Monday, July 30, 2007

La batalla de San Julián (parte 5)


El muchacho de negro se ocultó en una habitación oscura que el abuelo le preparó en su casa para sanar sus heridas...

Con tequila lavó las llagas, ese ardor del alcohol del agave era demasiado suave, podía disfrutarlo. Mientras, en el fogón se calentaba un machete. El olor del hierro caliente invadió la casa. No había más remedio. Con el metal al rojo, cauterizó sus heridas. Era demasiado dolor, pero podía resistir. Cualquier cosa debía hacer para continuar su caza al día siguiente, pasara lo que pasara.

Su mirada se perdió en el machete. Se perdió en su sangre, se perdió en la tenue luz de las velas. Sus ojos parecían vacíos. No era por el dolor físico. Su alma ardía de rabia, ese alguien de que debía vengarse le había arrancado el pasado. Se lo arrebató e hizo con el un infierno. Ahora le había quitado a uns mujer que se había clavado en su corazón, a pesar de todo el dañó que le cuasó, y la envió a él, sólo para que la matara. ¿Por qué lo hizo? Por enviarle una advertencia fuerte y clara. Tiene el control de su vida todavía y de todo lo que hay en ella, incluso la gente que le ama o le amó alguna vez. De la misma forma que controla sus recuerdos. Así es el juego.

No fue la primera a la que mató...y sabe perfectamente que tampoco será la última...

Vendó sus heridas con tela vieja. Y de inmediato comenzó a cargar la Beretta. Una tras otra entrban las balas, mientras recordaba que había venido a concretar la venganza, bajo el riesgo de morir o quedar destruido desde la base. Lo había olvidado por completo. Olvidó que tal vez le dé muerte a esa sombra que lo persiguió durante años, pero aparecerían otras más. La mente humana jamás es libre. La mente humana debe pelear constantemente con las bestias que se ha creado a sí misma como consecuencia de sus actos. La clave de la felicidad está en saber dominarlas, saber domarlas. Los malos recuerdos deben domesticarse. Así serán libres sólo cuando hayamos perdido el control de nosotros mismos.

Y quizá le envíe más gente para jugar con el. Está dispuesto a seguir las reglas, vendrán ante su presencia a desafiarlo y los intoxicará con una sobredosis de plomo. Una muerte natural, porque naturalmente uno muere cuando le han llenado el cuerpo de balas...

Tal vez el infierno del que habla la Iglesia no exista, pero enviará las almas de todos aquellos que mueran bajo sus armas al eterno suplicio de su conciencia...

Las armas están cargadas, las heridas están empezando a sanar. Cuando el sol se oculte en este pueblo, lloverá fuego...

Otra vez...

Mientras tanto, beberás tequila y dormirás bien...no te matarán...que si la puerta se abre sin tu permiso...

Se acabará el detergente....

La sangre es muy dificil de quitar de las alfombras...

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