Saturday, November 20, 2010

Te diré algo...

Y ella me dijo una vez una verdad alejada de toda duda o sesgo: Sabía cómo funcionaba mi mente. Pero le costaba trabajo descifrar aquello que en su interior exstía.
Tanta razón destilaban sus frases, en secuencias que acomodaban golpe tras golpe dirigidos a mi intelecto más puro. El intelecto instintivo y nada desarrollado, que permite desenvolver emociones súbitas. Al final del día, no yo podía seguir el hilo de mis propias ideas.
¿Es acaso el costo innato de la consciencia? El debate sobre ello con mi interlocutor exclusivo, un inoportuno otro yo, se alargó más allá de lo recomendable al cruzar una calle. Por pocos centímetros, estar conciente de la conciencia casi ne resulta mortífero. Si las estadísticas dijeran algo sobre gente perdiendo la vida a mitad de sus cavilaciones, el libre albedrío sería un problema de salud pública y no un delíto pertenciente al fuero común.
¿Conciente de qué, al final de cuentas? No es noticia de primera plana ya la miseria política, social y económica del mundo. Así que no culpes a la escasa longitud cerbral que tenía Milton Ftriedman, exhibida al pasatr por alto la calidad de vida obrera en una curva de Phillips, por tu desilución frente al orden mundial. Tampoco culpes a tu desilución frente al oden mundial por tu desencanto ante la vida. Finalmente, deja de responsabilizar a tu desencanto ante la vida de tu anti-socialismo. Es decir, fracasar mserablemente en el trato humano, sea cual fuere su modo de producción.
Toda esta mierda pasa una y otra vez, cual ruleta rusa, frente a tus ojos y conquista, poco a poco, la totalidad de tu pensamiento. Pero, ¿por qué? ¿Por su silencio? Te das cuenta que su repentino enmudecimient quizá no se deba a las irrespetuosas e incoherente palabras que salieron de tus labios. No. Es por actuar pensando con tu desesperanza y no con las neuronas. Tarde, ahora, tu sistema nervioso entra en sinapsis absoluta y tardía. En conjunto trabaja ahora, de mala forma y cuando de nada sirve.
Hablar con la desesperación trae consecuencias. La primera es el nublamiento de las perspectivas. La segunda es el nublamiento del ser. La tercera es una ceguera terrible acompañada de un deja vu brutal. Todo ser actua en un impulso final de supervivencia. Casi siempre en las mismas circuntancias.
Y mientras tanto, sigues aquí, esperando esas palabras suyas que bastarán para sanarte. Y escribes, encadenas versos en prosa uno tras otro. Parte para intentar comprender qué demonios ocurre. Que demonios pasó. ¿En realidad esto es completamente la consecuencia de mis actos o sólo una mala racha? Si es reacción a mi acción ¿qué pecados estoy pagando? ¿Consideras tú mis faltas una ofensa capital? ¿o sólo me he linchado personalmente todo este tiempo, sin crimen que perseguir?
Y en ese momento veo tu mirada frente a mi....
ante tu silencio no hay más que un suspiro...
si ojalá supiera si arriesgar una palabra al viento... o sólo continua mi camino...
justo como me lo has pedido tantas veces...