Sunday, October 18, 2009

Una cuenta saldada (con un retrasado diamante negro)

Esta entrada debió publicarse hace semanas, lo se. Pero por razones ajenas a mí, no pude terminarla. Aun así, con todo y destiempo, que la disfruten...

No tengo idea como terminé ahí....perdido en la Colonia Guerrero, con una damicela ya entrada en años y carnes intentado sentarse en mis piernas...al mediodía...

Stratovarius es una de mis bandas favoritas. Punto. Dediqué una canción suya en malos tiempos a quien ha mentido. Llevé su emblema en mi mochila, con orgullo, en mis primeros días de enseñanza superior. Sobre todo, porque con Rhapsody, Nightwish y Strato pasé al metal subterraneo. A donde los subgeneros abundan como raices en una mazorca. Muchas ramificaciones y de todo tipo. Por eso, justamente, por eso, los aprecio tanto.
No puedo negar mi historia. No puedo negar de donde ha surgido esta pasión metalera. Y sin embargo, me los perdí tantas veces. Hace seis años, cuando apenas les conocia. En el Live 'n Louder, cuando con Sepultura (a quienes proclamo mi banda favorita Magna Cum Laude) hacían un cartel perfecto. Y una vez entre esas dos. Lo peor de todo, es que dudaba para saldar esa deuda que tenía conmigo mismo. Ya saben, o pagas tus gastos escolares o tus placeres supremos. Malabareando cuentas, pude pagar esto.
También debo admitir que me debía compartir una tocada con Lion. Seré honesto. Fue él quien me mostró ese disco de Rhapsody hace casi una década. Pero jamás pensé que eso me llevara a situaciones taaaan extrañas.
La idea era encontrarmelo en la fila. Pero, cuando llegué, el ya...¿se habia ido? Bueno, cambiaron el sistema de acceso. Ahora, a los que llegan temprano para hacer fila les dan un número de acceso. Pueden irse a pasear y regresar a tomar su lugar en la cola de entrada un par de horas antes del evento. Una genialidad que llevó a mi primillo a buscar cerveza barata. En domingo. Al mediodia.
Un par de mensaje me llevaron al "Restaurant"..."Bar"...Yardas. Si alguno de ustedes no ha leído las 'porquerias' (no en la forma, sino en el tema, que trata genialmente) de Eusebio Ruvalcaba, deje de leer esto y búsquelo. Si ya han podido disfrutar al autor, comprenderan el entorno. Un lugar miserable. Con meseros extrañamente lacónicos. Bien vestiditos, con frac barato.
De fondo, sonaba One de Metallica en la rockola. Pasó a Zeppelin, a los Guns. Luego a Los Temerarios. Muros verdes mohosos, un tapanco lleno de cajas cheleras. La barra sucia. La banqueta con gente ebria desmadejada. Vagbundos en su hogar. Y el animador digital, del Tec, con una sonrisa. Aunque, usted, no lo crea.
Cuatro pintas de Dos Equis (No Ámbar, Lager) para cinco personas. Doscientos pesos. Y cinco mujeres feas tiradas en la barra. De repente, gritaban. Reían con un megáfono en la garganta. Guarradas sobre sexo a voz en cuello. Sus morenas gesticulaciones eran adornadas con el cabello oxigenado, mal peinado, cayendo a trozos.
¿Compañía? Mientras yo me preguntaba que me arrastró allí, el cuadro lo completaba una morena sexosa en minifalda, su novio blackmetalero y su hermano fan de Haggard. Todos miembros de una comunidad virtual. Ese tipo de amistades no me sorprenden. No con la vida que yo y mi familia llevamos en Internet.
A las cinco, llegamos al Circo Volador. De nuevo, el caos generalizado de cada fila en los ultimos tiempos. Los números y demás. La fila que se extiende hasta la avenida. Que los vecinos nos miran feo por venir de negro y matudos. As usual, todo.
El toquín lo abrió Split Heaven. Una banda queretana de heavy con una buena carta de presentación. Fueron los primeros mexicanos en tocar durante el Wacken. Todo por ganar la Batalla de Metal que se organizó para tal fin. Sólo puedo decir una cosa al respecto: ¿Y eso qué?
No terminaron de convencer, para mi gusto. Incluso, salieron al escenario un tanto sobrados de autoestima, esperando que el respetable ya los conociera. Y eso, aunado a que sonaron como si Juan Son (el de Porter) le hiciera voces a Dokken. Acepto que no los conozco tanto, y que quiza no suenen asi siempre. Pero si eso fue lo que llevaron a Alemania, hay bandas mejores, del mismo estilo. Sólo que no podrían pagar, por si mismos, el costo de participar o un viaje a Europa en caso de ganar.
Stratovarius, a las 9 de la noche, inciaron una noche de recuerdos personales. Nada mejor que Destiny. Un himno. Adecuado para estos dias mexicanos en donde todo lo que hay más allá del tiempo parece ser devorado por el destino mismo. Una probadita, apenas. Estos fineses son una de las bandas más cálidas y de mayor calidad que existen en la escena del metal suomi. A pesar de todo lo que el destino les ha puesto en contra.
Hunting High and Low. Me queria morir. Es una cancion que alude a los tiempos duros. De nuevo. Pero hay que buscar, en todos lados, la respuesta a los acertijos y las complejidades de la vida. Allí, uno se da cuenta de que Kotipelto no es un excelente orador. Vaya, hasta la voz no la tiene tan trabajada. Pero es sincero, lo cual conquista corazones si lo unes a su carisma natural
La duda de etrada era si Matias Kupianen merecía, si quiera, sentarse en la misma silla de Timo Tolkki. Voces llegaron a clamar por el guitarrista que hizo legendarios los solos de la banda. Nada mejor para terminar con la polemica que Speed of Light. La letra es mero pretexto. El titulo tiene sentido con la velocidad de la guitarra. ¿Mi veredicto? Cumplio. Aunque nada sustituye la rechoncha figura de Tomo "Porkki"llevando las notas de la lira a la hipervelocidad.
Stratovarius se ha distinguido por tener, siempre, buenos ejecutantes. Eso se demostró en la ya inefable 'Batalla de Solos'. Kupianen sabe como prender a la audiencia. Lauri Porra demostró que, además de buen músico, es un populista de primer mundo. ¿Cómo ganarte al pueblo? Toca el himno nacional.
Antes del encore, cerraron con Eagleheart. Una canción que me levantó de muchas penas. Que la digerí con tequila en su momento. Antes era una tabla de salvación, ahora es una fiesta. Tras la pausa, una sorpresa. Father Time. Crei que no la tocarian. Pero pasó, una oda a lo que hay detrás de la cortina del tiempo.
Cerraron, obvio, con Black Diamond. Hace años, me traia recuerdos negativos. Dejo de ser mia porque la entregue a la persona incorrecta. Mal hecho. Hoy no era el dia para el pensar en ello. Dejo de ser una mega-power-ballad para ser una excelsa cancion. Aunque no puedo negar que en algun momento, como en Nothing Else Matters cuando Metallica, que deje de mirar a la banda y mire el techo. No me explico porque.
Al salir, los perdi de vista a todos. A mi primo, su banda. Al tipo que mande a la chingada porque hacia slam fuera de un moshpit (me sorprenderia que eso fuera posible, pero no). A la nena de ojos lindos a la que el tipo le pegaba en su slam privado.
No sé como terminé allí. En el metro. Alejándome de mi hogar. Pero así es el destino. Hay un momento para vivir. Hay un momento para morir. Pero nadie se escapa de él.
Destiny
Hunting High and Low
Speed of Light
The Kiss of Judas
Deep Unknown
A Million Light Years Away
Winter Skies
Phoenix
Guitar/Bass solos (including Mexican Anthem and Holy Light)
Forever Is Today
Twilight Symphony
Eagleheart

Forever
Father Time
Black Diamond


Sunday, October 4, 2009

Terror Apacible...

Odio las tiendas de ropa. No me siento agusto, ni conforme, mucho menos feliz. Estando entre gente que ansía que un par de blusas, un par de zapatos, o un par de pantalones la hagan lucir diferente. Prácticamente, que hagan con ellos una extraña y mortífera tranformación genética. Renegando de su raza para verse como los argentinos o las españolas, altos y rubios, de los carteles. Una raza que permite tal distorsion de sus modelos de belleza, así como de su realidad, merece ser considerada inferior. Al fin y al cabo, ellos mismos han iniciado el trabajo.
Al interior, todo era una sucia calma. Perfecta, sí, salvo por el hedor a injusticia que se respiraba en el aire fresco de una calurosa tarde otoñal. Una tienda de ropa barata vendida como un lujo en el centro de la ciudad a pocos pasos del Zócalo. El blanco perfecto. Una encarnación del perverso capital, para una turba de locos. O, al menos, es lo que se murmura cuando un émulo mestizo del maldito Kurt Cobain, con una remera que dicta 'Fuck' más de cuarenta veces y una camisa de leñador, repite sin cesar cuan inutil e insulza es la moda.
Veinte minutos antes, un vigilante de la librería del Fondo en Lázaro Cárdenas era presa del mismo pánico. 'Seguira abierto todo dependiendo de qué hagan los estudiantes'.Una voz intentaba razonar con él. Mi dulce castaña trataba de librarlo de su obvia, pero correcta confusión (porque es la voz general, supongo). 'Los estudiantes venimos a comprar libros'. No tuvo mayor respuesta que una risa bruta, absurda.
Por todo el día, una masa confluía alrededor del lugar. Por 20 de noviembre vi caminar a un puñado de chicos, en dirección opuesta al contigente, el cual aún no partía. Cabello oxigenado. Piel morena, tostada. Parecía que frente a las tiendas se había perdido un grupo de vagabundos. Con gorras guadalupanas y camisetas incitando a la anarquía. Tenis de marca falsa, mirada mutilada por el odio al mundo y una pizca de malicia a su escaso diecisiete. Pensamiento elitista, clasista, racista. Debo aceptarlo. Pero ya temo. Siempre son personas tan iguales a ellos quienes he visto asaltar o robar frente a mis ojos.
Bajo la mirada de la autoridad, ebria de poder desperdiciable, iban pintando consignas en aerosol. Pequeñas, probando el atomizador. El ángulo. Las figuras. No saben que pasa en Hondras, quizá. Ni quien es Carstens, probablemente. Pero les exigieron profanar ambos nombres propios en los muros. Una seña de identidad. De los revoltosos. De los malparidos. De quienes por inadaptado exigen un mundo mejor. Sin la escoria política.
No podía evitar pensar en los titulares del día siguiente. La fotografía de primera plana. Una bomba molotov. Pintas, destrozos. Ninguna exigencia de justicia. Ni a los caídos de hace cuarenta y un años bajo las balas. Ni a los caídos del día de hoy bajo el hambre. Cada año es igual. Cada vez se asocia la fecha a la infamia del vandalismo y no a la infamia de la represión.
Siempre es lo mismo. Exigir así la caída del sistema es ya parte del sistema mismo. Es justo lo que el estado represor espera que hagas. No queda duda que, casi siempre, los golpes al autoritarismo terminan por legitimarlo. Lo confirman como un regimen abierto, al dejar hacer y pasar la critica. Al tiempo que la sociedad termina respaldando la represión. Porque han aprendido a temer lo diferente.
Cada año, aquellos líderes que evocan intereses elevados a ideales e ideales prostituidos como intereses convocan a las mismas marchas. Ya saben que ocurre. Ya saben que no funciona de otro modo que no sea carne de cañon. Para desprestigiar al estudiantado. A la juventud. Al pasado convulso. A las ideologías alternativas. Es así como las consignas quedan de lado. Como la lucha se pierde entre las sombras de una manipulación perversa. Porque incluso en los subterraneos hay rebaños que se niegan a ver más allá del dogma contestatario. Los mismos que siempre son enviados al matadero cada que se presenta la ocasión, por los gurús de siempre.
Los ideales son lucha son esteriles. La lucha sin inteligencia también lo es. Ellos saben donde están parados. Ellos concoen su sistema y no hablarán más que su lenguaje. Y sin embargo, el frente es el mismo. Una y otra vez la estrategia fallida. El diálogo contaminado. Como si no hubiera mayor camino que tirar Jericó congritos y sombrerazos. Si la revolución no se revoluciona a sí misma, nunca va a triunfar. Es una ley darwiniana de selección natural. Aplicable al ser humano y todo lo que construye. Lo que no se adapta, fracasa.
Los mártires de Tlaltelolco mirarían con verguenza las marchas de hoy. POCO CREATIVAS. Ellos marcharon entre el silencio. Entre exigencias reales. En una revolución de ideas más que de un ideal estancado. Por ejemplo, ellos no marcharían uno d estos días. Porque el no hacerlo crearía un susurro callado que reventaría los tímpanos de medios vendidos hambrientos de morbo y grupos de choque paladeando la sangre. Vallas humanas protegiendo los edificios. Cantos de orgullo y no gritos de protesta.
Eso funciona. Lo sé porque el mundo ya lo vió. En los sesentas, fueron los jóvenes quienes tiraron el sistema dictatorial portugués. Cuando el represor esperaba un enfrentamiento, los chicos tomaron flores y las ofrecieron al ejército. La imágen dió la vuelta al mundo. Convenció a la sociedad del camino a tomar. La revolución triunfó sin una sola consigna inútil, repetitiva y prostituida al aire. Sin un muerto más. Sólo la flor y el canto. Con el sistema vencido por una estrategia en tranformación continua.
Al final, no lo resisto. Huyo de un lugar incómodo, en una posición incómoda. El Estado me percibe como un incómodo crítico. La crítica me percibe como un incómodo crítico. La moda me percibe como un incómodo crítico. Y mientras tanto, me imagino que al día siguiente, el títular será el mismo de cada año y pasará. Sólo así. Como las tendencias de la temporada.