Wednesday, May 9, 2012

Cuando el Bambino se mudó a Anfield (oda gloriosa a un equipo perdedor)

29 de abril de 2010. Diego Forlán, del Atlético de Madrid, firmaba el acta de defunción de la era más mágica que he vivido con equipo deportivo alguno. Un etapa que me hizo muy feliz, que me hizo soñar con ver algún día a esos hombres desde el Spion Kop, en Anfield Road. Era un triunfo, sí, pero el gol de visitante del Aleti rompía las ilusiones de jugar la final de la Europa Legue en Hamburgo, tierra pirata. Una semifinal de dos equipos grandes en medio de una maldición. El último partido de los reds de Rafa Rafael, Rafa, Rafael, Rafa, Rafael, Rafael Benítez, del Best Midfield in the World (Xabi Alonso, Momo Sissoko, Gerrard and Mascherano) y de la gloria en el Imperio Otomano (la remontada histórica de Estambul y el drama en los últimos minutos de Atenas, una victoria y una derrota en finales de Champions contra el Milan).
¿Diablos Rojos? ¿Gabriel Forlán? Andáte a expropiar el seso, pelotudo...
Unos meses después, con el equipo sumido en un lío financiero, el Fenway Sports Group, grupo propietario de los Boston Red Sox (si es que el nombre Fenway no les quitaba la duda) se hizo con el control del equipo. Aún así, el equipo sigue hundido en una fea racha perdedora, con ya tres años fuera de Champiosn League, eliminaciones rápidas o ausencias de la Europa League y, sobre todo, una extensión a 22 años en la sequía de la Premier League.
Todo esto nos ha dejado, a mí y a otros reds, con el deseo ferviente de que el próximo año sea nuestro año, un año próximo que no llega desde 1989. ¿La espera por el next year? Me suena conocida, aunque no familiar, por fortuna.
No me voy a poner a lloriquear que estuve en la fila de espera de Nueva Inglaterra por una título de Serie Mundial durante 86 años, cuando sólo tengo 23. No había nacido, por ejemplo, cuando se perdió la Serie del 86 por un error de Bill Buckner, a quien la bola le pasó entre las piernas contra los Mets. Yo sólo esperé 1 año para ver campeón a los Medias Rojas. Sin embargo, no desconozco la historia que hay detrás de la franela. El peso de una historia llena, claro, de drama.
Me sé de memoria la historia de la maldición del Bambino, el gran e inigualable Babe Ruth. Sé que lo vendieron para hacer una obra de teatro. Que la obra no funcionó. Que, mientras tanto, construyó un imperio en Nueva York. Que levantó con sus manos el hogar de los Yankees. Y, sobre todo, que del otro lado se han hecho de 27 anillos de campeonato, mientras acá pasaron 8 décadas y media para ganar uno.
Esto era Massachusetts, pero podría ser Merseyside
¿Por qué digo en el título que el espíritu de Babe Ruth vive ahora a la orilla del Mersey? Porque, luego de ver que el mundo se nos ha cerrado en las últimas campañas, empiezo a pensar que no hay otra explicación: estamos jodidamente malditos, scousers.
Las dos temporadas pasadas, estuvimos buena parte de la temporada luchando por volver a la Champions League, invictos en casa...pero esos triunfos en Anfield comenzaron a volverse empates, y nos fuimos lejos de puestos europeos. No puedo olvidar el 2008, cuando goleamos al United en Manchester y, aún así, nos ganaron la liga. Además, esta temporada estuvimos incluso peleando el cuarto lugar sin problemas. ¿Qué paso? Que se nos olvidó anotar. 
El partido contra el West Bromwich Albion no lo olvidaré jamás. JAMÁS. Treinta o más tiros al palo, para perder 1-0 con la única que tuvieron ellos. Partido tras partido sin encontrar el arco o, como insisto que ocurrió en la final de la FA Cup contra el Chelsea, con un gol fantasma mal anulado, porque Petr Cech la sacó de ADENTRO.

En fin. Esta escalofriante situación me ha hecho pensar que, en efecto, una maldición pesa sobre la camiseta red. Pero, ¿quien querría maldecirnos? ¿El United? ¿El Everton? No lo creo así. En caso de, realmente, existir una maldición, sus responsables llevan ocultándose de la justicia desde hace 23 años.
En pocas palabras, el Liverpool no será campeón de la premier hasta que no se haga justicia a los 96 de Hillsborough.
Outside the Hillsborough flame/ I saw a young boy mourning/ Why were so many taken on that day?/But their memories still live on/One day justice will be done/There'll be glory round the Fields of Anfield Road 
Para explicar este punto a profundidad, permítanme detallar los episodios más trágicos en la historia del Liverpool Football Club: Heysel y Hillsborough.
Heysel es el nombre del estadio en Bélgica donde el cuadro scouser disputó la Copa de Europa contra la Juventus de Turin en 1985. En aquella época, el hooliganismo era una plaga que azotaba Inglaterra, crecida entre un nacionalismo intolerante alimentado por el caos neoliberal de Margaret Thatcher, cuyas medidas para achicar el Estado provocaron una subida brutal del desempleo. La expresión de todo ello era llevada con violencia a las canchas, como bien narra Bill Buford en Among the Thugs, quizá mi libro favorito EVER.
¿Y los italianos? Los ultras de Turín también tenían lo suyo, pues los grupos de tifosi también eran un campo de entrenamiento para grupos neofascistas. Como muestra, llevaron símbolos del Fascio de Combatimento a Heysel.
El estadio, demasiado pequeño y viejo para albergar una final, sólo vio que los ingleses tiraran una reja que separaba las gradas, en una avalancha de violencia que dejó 39 muertos, 34 de ellos italianos.Fueron horas vergonzozas para todo aquel que se haga llamar Kopite y aficionado al fútbol.
Cuatro años después, el 15 de abril de 1989, el estadio Hillsborough en Sheffield (aún en uso) albergó la seminfinal de la FA Cup entre el Liverpool y el Nottingham Forest (sí, hay un equipo que se llama así, incluso tiene 2 Champions en sus vitrinas).
El estadio, construido a principios del siglo XX, estaba demasiado deteriorado para poder contener a una hinchada enardecida. Mucho menos en inglaterra, donde a los aficionados sin dinero se les encerraba de pie en corrales apretujados, donde apenas podían ver un carajo.
¿Violencia? Sí, pero de la autoridad. La sección de pie reservada al Liverpool presentó un sobrecupo. La gente estaba asfixiandose. Pideron a los guardias abrir las puertas. No ocurrió nada. Entonces, por pura sobrevivencia, tiraron la reja que separaba la tribuna del campo. Además de los que murieron por sofocación, la avalancha humana aplastó a varios más. Unos 24 mil liverpudianos habían salido ese día para ver un partido de futbol. "96 never returned". A 23 años de distancia, ningún responsable ha sido castigado.
 Partiendo de la premisa de que estamos ante una maldición deportiva, ¿cómo se rompe un conjuro así? Nadie lo sabe. Sin embargo, ocurre. Preguntemos a los propios Red Sox, que en 2004 por fin pudieron ganar una serie mundial. Mientras otros equipos sumidos en la magia, como los Cubs de Chicago, han llevado cientos de cabras al estadio para contrarrestar la amenaza de un hombre molesto porque SU cabra fue expulsada de las gradas, aún no se sabe como quebramos esa condena que parecía eterna. Algunos dicen que un niño, golpeado por una pelota y que quedó chimuelo, fue el sacrificio para exorcizar a Ruth. Al fin y al cabo ambos vivían en la misma granja.
Otra teoría es que los Medias Rojas debían demostrar si realmente querían romper la maldición forzados a la pero situación posible ante sus máximos rivales, los Yankees, en el imperio que Babe levantó. Es decir, serie por el campeonato de la Americana, 3 juegos a cero, en una remontada de 4 juegos seguidos que nadie, nunca, había logrado. Pero lo hicieron, para alcanzar la Serie Mundial y coronarse.
No pude evitarlo, es Der Untergang. Amo el meme de Der Untergang. Si quieren info sobre la remontada, vean acá.


El asunto es que el Liverpool está condenado, por esas dos tragedias, a no ganar nada hasta que se intenten resolver sus conflictos históricos. La prueba es que eso ya ha sucedido, en cierta medida.
Después de Heysel, los clubes europeos fueron sancionados con 5 años sin participar en campeonatos internacionales. El Liverpool, además, fue suspendido un año extra. Pasaron dos décadas para que los reds volvieran a fases decisivas en la Champions League, luego de ganar la Copa UEFA de 2001.
Era abril de 2005. Cuartos de Final de la Champions. Veinte años después, era hora de pedir perdón por los errores del pasado y seguir adelante.
Posteriormente, y para finalizar el exorcismo contra sus demonios, los reds tuvieron también que sortear una deseventaja de 3-0 en la final...pero esa historia me la reservaré para otro post que tengo planeado.

En tanto, la maldición del Liverpool pudo verse inmediatamente después de los suceso en Hillsborough. El equipo rojo iba a la cabeza de la Primera División inglesa. Le seguía el Arsenal, que encesitaba recortar 6 puntos y, además, superar una diferencia de goles. Los scousers cayeron ante el Chelsea, para después hallarse de frente al destino. Jugaban en Anfield, contra los Gunners, quienes buscaban ganar el título en una cancha donde no ganaban desde hace una década.
Después de 90 minutos, el Arsenal se llevaba el campeonato, en un momento que Nick Hornby bautizaría en Fever Pitch (libro que sería adaptado al cine para honrar, cosas de la vida, a los Red Sox) como "The Greatest Ever". M ientras tanto, para Merseyside, esto era una advertencia: sin justicia no hay gloria.
Al año siguiente, en efecto, el Liverpool podría coronarse. Pero ya no más. En 1991, el caso para deslindar responsabilidades fue cerrado por las autoridades locales, acusando muerte accidental. Quien haya sido responsable de la muerte de tanta gente, si no ha muerto, está libre. Mientras disfrute esa libertad,la maldición está ahí como como recordatorio, uno humilde pero visible, de que hay miseria y dolor sin castigo. Hasta que eso no sea resuelto, quizá anfield no lleve el trofeo de la Premier League a sus vitrinas.
Los resultados están ahí: 22 años lejos, lejos del campeonato. Sólo un par de segundos lugares. Finales perdidas o ganadas al filo de la navaja. Años y años de drama. Dos ventas, problemas financieros, complicaciones deportivas. Tener al futuro de Inglaterra en las manos, Michael Qwen, venderlo al Madrid, pudrirlo allí y dejarlo ir al United.  Es una cadena de dolor que la historia gloriosa del Kop, desacostumbrada a esto en el pasado, no puede resistir más.
Antes de que me culpen de proponer sandeces, quisiera aclarar algo: Normalmente soy une scéptico de las leyendas, las cábalas y las maldiciones. Sin embargo, creo aquellas en las que se relacionan con el deporte. ¿Por qué? Porque, más que magia, es un estado de consciencia. Uno donde alguien se siente incompleto, indispuesto, para triunfar. Algo que, desde lo más profundo de la mente, te hace fallar. Lo llaman auto sabotaje algunos psicólogos. Así, entonces, yo creo en ese tipo de maldiciones, en un ambiente donde las pasiones llegan a ser decisivas.
¿Se hará justicia? No lo sé. Si se hace ¿volveremos a ganar la Premier? Tampoco. ¿Es necesaria la verdad para poder ser campeón? No lo sé.
Algún día, quizá en manos de algún ser supremo, se juzgará a los culpables. Se hará justicia. Y habrá gloria alrededor del campo de Anfield Road.