Siempre que estoy solo termino debrayando. Es inevitable, tal vez necesario. No tengo idea de porqué sucede, pero ocurre, quizá por una necesidad natural. Y no suelo recurrir a la bibliografía filosófica existente, más bien, trato de construir mis propias ideas a partir de una realidad personal, que fluctúa entre la mitología, la historia, la teología, la música, el anime y... el fútbol...principalmente.
En este momento, mis ideas giran, no sé a donde. Pero giran, de alguna forma. Se mantienen girando, siempre pienso algo.Siempre hay una idea presente, esperando a que se desarrolle.
Pienso en este momento en el orgullo tenochca. Orgullo puro de un señorío dominante respcto a los pueblos que los rodeaban. Orgullo que les impidió ver que tenían en los invasores hispanos a un enemigo, orgullo que les impidió organizar alianzas para combatirlos. Orgullo y desdén que al final se convirtió en su ruina y la de todo el mundo nahua, al ser, principalmente los enemigos ancestrales de Tenochtitlan, los responsables directos de la conquista. Ni las armas, ni las enfermedades hubieran permitido a Cortéz vencer a un ejercito tan numeroso de guerreros de raza como lo pudo haber sido una tropa conformada por una teórica alianza. Eran seis veces más que ellos, eran excelentes combatientes y en aquella guerra la táctica en ningún momento fue un factor que cambiara el curso de los acontecimientos. Pero un orgullo, sobre crecido y necio, llevó a la derrota, a la ruina.
Orgullo espartano que llevó a la derrota de los 300 soldados de Leónidas en las Termópilas. Un orgullo de morir sin retroceder, que los lelvó a sacrificarse prácticamente en vano. Con los 300 solamente se logró diezmar de forma importante la avanzada de Xerxes. Mas retroceder en el momento adecuado, llamar refuerzos de las demás polis griegas que se enconraban cerca, y contra-atacar hubiera significado a los espartanos el conseguir el movimiento táctico más memorable de la Historia Militar, más util que haber representado el sacrificio más grande.
El orgullo, si no se sabe controlar, devora. Es un ente canibal que cuando se rebela, está dispuesto a destruir. El ego no es más que una fuerza suplmentaria, más nunca la fuerza principal. El ego es la munición, no el arma. El orgullo no hace que se ganen batallas. El orgullo no pelea. El orgullo es una herramienta, no parte del ser.
Aquí lo importante no es ser mejor. La vida no es una competencia olímpica. No es e citius, altius, fortius. No es una feria de cualidades humanas por separado. No gana el más inteligente, ni el más fuerte.No gana el mejor. Gana el que hace las cosas mejor. No es cuestión de presumir inteligencia y sabiduria. O de exponer a las tropas y las armas para amedrentar. No es fuerza, ni inteligencia puras. Es táctica, para colocar inteligentemente la fuerza, y estrategia, para moverla con sabiduria. Es la combinación de ambas. Y quizá un poco de suerte, al aprovechar el momento adecuado.
Cruyff fue un jugador con habilidades majestuosas, y un toque de balón impecable. Quizá fue el mejor futbolista de su generación. Pero se enfrentó a Beckenbauer, un tipo con corazón, fineza y fuerza al momento de disputar el balón, un defensa de hierro. Ambos tenían inteligencia y liderazgo. Holanda y Cruyff no podían hacer mucho. Su lider no tenía capacidad para moverse, y no hubo muchas oportunidades. Alemania aprovecho sus ocasiones de gol. Beckenbauer alzó la copa, Cruyff era mejor jugador, pero Beckenbauer hizo las cosas mejor. En el momento adecuado, de local, en el Olímpico de Munich. Esa es la diferencia. Hacer las cosas mejor, en el momento preciso, aprovechando las oportunidades. No necesariamente debe ser uno mejor para tener la victoria.
Lo mismo ocurrió hace poco más de un año. Zidane tenía los reflectores sobre sí, el último partido del mejor jugador del momento. Todas las de ganar. Comenzaron con ventaja, con un penal cobrado de una forma que no se olvidará. Pero Italia, pese a no tener en su filas a los mejores del mundo, son los mejores estrategas. Controlar el balón y, paso a paso, construir las jugadas, hasta el momento definitivo, preciso. Un centro al area, un pase filtrado, una pelota parada. Sólo en esos momentos explota el ataque, lo demás es control de balón. Construir despacio, con sabiduria, y aprovechar el momento justo. Ocurrió, se empató el partido. Zidane cometió un error, fue expulsado y, después de que su equipo cayera en penales, se despidió, con las manos vacías, del fútbol. Sin duda fue el mejor, pero no se llevó la copa. Al contrario, salió vencido, dándole la espalda. Recordando, tal vez, que en su lugar, ocho años antes, estaba Ronaldo, con los reflectores encima como el mejor del mundo, y en el lugar de los italianos, estaban los franceses, levantando la copa.
No necesito ser el mejor. Debo hacer las cosas bien, aprovechar los momentos, disfrutar los momentos. Olvidarte de ser el mejor, de ganar por goleada. No imprta el triunfo, cuando se puede ceder un empate o una victoria por momentos, pero llegando a una final y ganarla. De nada vale un triunfo si no ganas la copa. De nada vale ser el mejor cuando no eres feliz, de nada sirve cuando no te permites disfrutarlo.
Tu partido no está en esa cancha. Ese partido que tanto te angustia, ya lo ganaste. Fue lo primero que ganaste. Y lo sabes a la perfección. Estás en la siguiente ronda. Ambos están ganando. No compites, o más bien, no compiten contra nadie, sino contra ustedes mismos, para crecer, mejorar. Pero aún no es la final, no quieras levantar la copa todavía. Puede pasarte lo que a Argentina, que en cuartos ya se sienten campeones y por eso no pasan ni a semifinales.
Es partido por partido. Y en cada juego, construir la jugada, en el momento preciso. Hacer las cosas mejor, no ser el mejor. Usar la tactica, la estrategia y la fuerza. Porque la fuerza pura no tiene sentido y la inteligencia pura carece de acción y, por tanto, es inútil. Ir poco a poco, construir, y ganar. Jugar para ganar, no para golear. Quien sube al ataque, descuida su defensa y pierde. Usa la sabiduría, tienes a tu lado a alguien que puede ayudarte, hacerte sabio de vez en vez, y aprender, al mismo tiempo, contigo.
Sabes lo que tienes, sabes lo que eres, sabes a donde vas y que el camino está bien. ¿A qué le temes?
A tu orgullo...que te devora...
Inrónicamente...mi ego exige comentarios...gracias....
Pero esa es una batalla aparte...que debes atender...por ahora...tu ansiedad no tiene caso...
Ambos están ganando...no son los mejores..pero hacen las cosas bien...
No dejes que tu orgullo o un mala jugada lo arruine...
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