Friday, August 3, 2007

La batalla de San Julián (parte 6)


Andrés Martín, un joven campesino de pueblo, trabajaba la tierra con el azadón en la mano, de la misma forma en que su familia había labrado la parcela por generaciones. En su corazón él deseaba dejar el campo, dejar el pueblo, dejarlo todo y seguir otra tradición familiar: irse a el país del norte, donde los sueños se cumplen, donde no hay pobres, donde en las calles hay oro y la vida es fácil. El paraíso, la tierra de la leche y la miel en la realidad mundana.

Usaba el azadón porque esta tierra merecía respeto. Hace unos años, había traido máquinas para el arado y la siembra. Y ese día la cosecha fue mala. La tierra pide que la traten con delicadeza, con el cuidado que sólo unas manos expertas, con la herramienta adecuada, pueden poseer. Los inventos que traen para hacerlo más fácil no saben nada de tradiciones, no saben de respeto al trabajo de las generaciones pasadas. Lo hacen todo en automatico y sin conciencia. Las desventajas -de las pocas desventajas- de no tener una pizca de humanidad.

Odiaba la tierra. En esta tierra había nacido pobre, y había crecido en un mundo que no era más grande que todo aquello que sus ojos podían divisar. Fuera de ese límite, no existía nada. Una realidad limitada, en la que se encontraba atado a un trabajo duro, bajo un sol que siempre ha quemado duro mientras baja despacio.

Odiaba la tierra porque era roja. Roja porque estaba quemada por ese sol despiadado, que no daba descanso, torturando con su fuego desde muy temprano, cuando arreaba a las vacas para la ordeña, hasta muy tarde, cuando la última mata de la tarde había sido cortada. Roja porque la sangre que durante años se había derramado en ella la había vuelto de ese color para siempre. Desde los cristeros masacrados por los federales, hasta quienes vertían sangre por la rudeza de la labor. Andrés miró sus manos, y en cada una vió una llaga causada por la fuerza de sus golpes y las astillas del azadón. Y gotitas de su sangre caían ala tierra. La misma sangre, sin duda, de aquél hombre que vió morir al caer de un caballo cuando era chico. No hay duda, ese hombre era su padre.

Desde entonces, tuvo que trabajar para que esa sangre se transformara en pan para la mesa de su madre y sus 4 hermanos. Tarea digna de un mesías. Dejó la escuela, y se dedicó a labrar la tierra. No necesitaba la escuela. No necesitaba saber que había más allá de los cerros. Todo lo tenía en el pueblo. Además, iría al país del norte a trabajar. ¿Allá quien necesita escuela? Por su trabajo que aquí le tenía en la pobreza, le pagaban lo mismo que aquí se le pagaba a quienes terminaban su escuela, si es que no se iban a ejercer fuera.

Pero la migra lo halló cuando se quizo cruzar por San Luis Río Colorado. Se fué con lo que había juntado por 7 años en una jarrita que tenía al lado de su cama. Luego fue otra, y otra, y otra. Juntó 30, 000 pesos, irónicamente lo que pudo costado el comienzo de una vida nueva, para pagarse sus estudios, para comprar una casa. Para algo. Pero se fue, y entre migración y los coyotes, sin contar los sujetos que lo asaltaron en el camino de regreso, lo perdió todo. Y no pasó la línea.

Su mente se llenaba de recuerdos, de añoranzas perdidas...y de un deseo, uno que no había sentido en muchos años, de saber que hay más allá del horizonte. La última vez, cuando aún iba a la escuela, encontró a un muchacho que de ahí venía. Y le habló cosas malas de Dios y de su pueblo, le hizo ver que su mundo era muy pequeño. Y acabó con el sólo por eso. Junto a los demás muchachos del pueblo...lo recordaba...y añoraba saber...

Hasta que su mente se volvió en negro...

Y no supo nada más...

Porque una bala de 7 milimetros, Luger...la había atravesado por completo...Un sujeto con abrigo púrpura...con una pistola en la mano y la mirada fría...miraba el cuerpo con una sonrisa...y unos ojos tan oscuros que parecían negros...

-A las bestias comunes...se les atrae con carnada. A los buitres, con carroña. Vendrá aquí cuando se entere de que alguien se adelantó en su venganza y mató a quien le quitó la fé...

Mejor dicho...

A quien nos quitó la fé....

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