Puedo escuchar un augurio de luz en la lejanía
Los alcances sádicos de quien es llamada Cristo
Purifícame, santifícame, entrégate ante el sagrario
Paga mis altos pecados con la moneda de tu carne
Eleva el espíritu al santísimo, con el olor de tu sangre
Fresca e impoluta, savia de la divinidad
Abandona tu fe en mis fauces malditas
Permíteme despedazar lo que resta de tu casta sangre
Destroza el ánima de tu ser, entrégalo al dios verdadero
El único y poderoso, la bestia que duerme bajo tu piel,
Y se entrega a los placeres cual lobo hambriento
Bajo el sanguinolento resplandor de la luna llena.
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