No soy un blogger lindo. Detesto las cosas cute dado que tiendo a considerarlas absurdas. Al menos, cuando caen en un exceso y todo son estrellitas, corazones y demás por el estilo.
Pueden verlo a su alrededor. La estética del blog es muy negra. La cabecera, muy gris. Los colores están en su sitio porque me gustan. Nada de fotos cursis, más que la mía en una pose de pseudo galán barato. De algo ha de servir.
Me llaman amargado. Tienen algo de razón. Vivo la realidad. No se sonríe todos los días. El exceso de felicidad (o de evasión de la tristeza, que sería el caso) nubla la vista y causa estupidez. Quien predica el lema de "una sonrisa no cuesta", que sonría en el funeral de su madre. Cuesta más a veces de lo que su "filosofía para ser feliz", propone.
Me llaman altanero. Algo pedante. Y lo acepto orgulloso. He llegado hasta donde estoy con una partida de madre monumental. No lo voy a desperdiciar. Si no tienes nada que aportar, no me eres relevante. Si no puedes articular una frase inteligente (y a veces, una frase que valga la pena) en 5 minutos, tampoco me importas. Si crees que la universidad es un club de popularidad, que Cristo se apiade de tu alma. Habrás echado a perder 4 años y medio de tu vida, para terminar y no poder titularte o trabajar porque no aprendiste una mierda.
No compito, yo trabajo. Lo que tu hagas, me tiene sin cuidado. Trabajo para satisfacer mi necesidad de superarme, no para superarte.
Soy emocional. Pero no lloro todo el día, ni mucho menos me corto o me hago un copete que no me deje ver un carajo. Yo dejo fluir las emociones. Me nacen de repente y se van fugaces. No paran. A veces quiero salvarlo y otras destruirlo. En ocasiones quisiera matarte y en ciertos momentos quiero que seas feliz. Depende de esa emocionalidad.
No lo sé todo. Ni soy Dios. No pasará nunca. Pero trabajo como si pudiera lograrlo. A fin de cuentas, así funciona el progreso humano.
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