Este texto es una prueba para sacar una anotaciones que tengo en la cabeza sobre los sucesos del viernes pasado en Aurora, Colorado. Parte del mismo es resultado de 6 años de investigaciones sobre la masacre de la Preparatoria Columbine, en Littleton. Falta pensar más conexiones y repasar datos, pero, por ahora, les dejo este desahogo. ¿Por dónde empezar? Donde yo empecé hace tiempo. Hitmen for hire.
Un sueño, pensé, cuando justo antes de quedarme dormido me enteré en Twitter de que un hombre, disfrazado de Bane, había decidido entrar a media función de Batman y volar el lugar,
Tan sólo al despertar, el patrón común. Un hombre joven, estudiante, con alto coeficiente intelectual. Retraído, aislado. Caído en desgracia. La sociedad estaba en deuda con él y se hizo a un lado a toda costa. Después de la negación, viene la ira.
¿Qué otro lugar para cobrar venganza que el centro del mundo caído en tu ciudad, la función de cine que el poblado esperó por meses?
Las víctimas, como era de esperarse, igual de jóvenes que él, con futuros prometedores. Recién casados, graduados del ejército, talentos universitarios. Niños.
Le arrancas a la sociedad el futuro. Qué más castigo puede haber. Con ellos se van sus esperanzas.
Después, los vecinos, esa gente odiosa que sólo te mira cada día, que se pregunta en qué diablos estás pensando. Como si debiera importarles. Entonces, construyes una ratonera parra que, cuando tú caigas, ellos vuelen. Junto con la Policía. Desafiarás su inteligencia, esperando que el mínimo error lo paguen caro y, de nuevo, tu rías al último.
Por eso no terminaste contigo mismo como Reb y VoDKa. Para ellos el mero pánico era la culminación de su obra. Tú preferiste entregarte y esperar a que el juego terminara. Querías verlos hechos pedazos.No pudiste lograrlo, por eso te dolió tanto. Se notaba en tu mirada, mientras enfrentabas a la ley.
Sabes que aún puedes jugar con sus mentes. Pelearles con tu talento mental en su propio terreno de cortes y juzgados. Estás consciente de que quieren tu cabeza. Lucharás para salvarte, para humillarlos con una condena rebajada o, simplemente, una cadena perpetua. Deseas superar a otros que casi lo logran, como Ted Bundy. Hay tantos ejemplos en tu cabeza.
¿Qué música escuchabas, Jimbo? Para crucificar al trovador y culparlo de tus pecados. Es más, no necesita gustarte nadie, sólo dime un nombre. A ellos ni si quiera les gustaba Marylin Manson y mira, él cargo con la responsabilidad. Él y no Till Linderman, su verdadero héroe.
Culpemos una guitarra de plástico como con la que jugabas por horas a ser un héroe de la guitarra. Culpemos a las neurociencias. Culpemos a la universidad. Culpemos a las historietas. Culpemos a las películas.
Culpemos al sexo en línea de paga.
Uno como tú volverá a matar. No han aprendido la lección de Reb y VoDKa. Gente como tú les facilita el trabajo de matarse unos a otros, como tanto desean. La cultura urbana de su país, la cual concentra el poder en las armas. El heroísmo es una cuestión de fuerza, no de coraje. ¿Qué más demostración de fuerza que jugar a ser el ángel de la muerte y decidir la fatalidad?
Para gente como ustedes, ¿cuándo tendrán otra oportunidad de ser héroes?
No
recuerdo en qué año fue, pero sí recuerdo cómo conocí ACTA: por accidente.
Eran,
creo que inicios de 2009. Me habían pedido acudir al aeropuerto por una tarea
de universidad: cubrir alguna nota de interés en el aeropuerto.
Resulta que
en la aduana, agentes estaban revisando USB's, celulares, laptops y todo
dispositivo informático, para constatar que no tuvieran "piratería".
Por
supuesto, dicha revisión no tenía ningún sustento legal, violaba la privacidad
y provocó la molestia de unos diez pasajeros. Uno de ellos mencionó que,
probablemente, los agentes se habrían enterado de los planes para la
integración de México al ACTA, plan que, en ese entonces, estaba por ser
firmado por Brasil y media Europa.
Dudo, por
cierto, que dicha revisión haya tenido que ver con el tratado, pero me hizo
investigar, desde entonces, ACTA y sus consecuencias.
¿Qué me
dijeron entonces, al presentar un trabajo al respecto? Que mi paranoia era
tanta y que, además, un tratado así no podría ser firmado por México.
Hoy, a
las 11 de la mañana en Tokio, el embajador de México en Japón firmó el tratado
a nombre del país.
La
base legal de tratado, en español, está acá. O en este video.
El texto a
continuación hace referencia las cuestiones que a su servilleta le parecen más
preocupantes pero, por supuesto, no son todas.
-Anulación
de la cultura libre: Todo trabajo registrado con derechos de autor está
protegido. Su descarga, por tanto, estará penada a rajatabla. Es justamente la
primera línea de crítica que hay sobre el Anti Counterfeit Trade Agreement.
Olvídate
de bajar canciones. Eso es lo de menos. En 2006, ayudé a instalar un
ciber-centro comunitario en Valle de Guadalupe, Jalisco, un pueblo a dos horas
de Guadalajara.
La
biblioteca pública está desactualizada, y los estudiantes, sobre todo de
preparatoria, deben conseguir libros. Libros de 200 pesos, a los cuales hay
sumarles el costo de 100-150 pesos en el traslado a la capital del estado.
¿Deben
los estudiantes de bajos recursos perder una oportunidad de superación por no
poder pagar un libro? Para el ACTA y el pensamiento neoconservador detrás de
ella, para el cual la educación y la cultura son bienes de consumo, por
supuesto que sí. Y es ahí justo donde va a ocasionar mayores daños en los
países donde se apruebe.
Entiendo
que el autor y el distribuidor merecen ganar dinero por su obra. Pero una
propuesta de precios justos y desarrollo de la innovación no va a llegar si se
bloquean las propuestas libres con censura judicial.
-Censura
web: Se tiene que crear, por fuerza, un mecanismo de vigilancia para que ACTA
pueda entrar en funcionamiento. De otro modo, serían inútiles sus clausulas con
efecto en la web.
El temor
a que por investigar delitos de propiedad intelectual, censuren a los
disidentes políticos, no es nuevo. Tampoco. Rusia pasó hace unas horas una ley
mediante la cual se pueden retirar contenidos en la web si se considera que
estos pueden atentar contra el desarrollo de los menores.
Vacíos
legales. Bajo las argucias legales correctas, un panfleto anti sistema, como
éste, puede ser considerado ilegal. ACTA carece de instrumentos para determinar
qué viola la propiedad intelectual y cede el criterio a los estados
signatarios.
Y
entonces recordamos que, en un país como el nuestro, un policía encontró tirada
una credencial de elector y relacionó a su propietaria con un caso de
homicidio. Las autoridades compraron a los asesinos para vender testimonios.
Todo sin castigo por, ejem, vacíos legales. Por eso tememos censura, porque
conocemos las capacidades del Sistema Penal Mexicano de crear culpables.
-Violación
de la presunción de inocencia: Toda persona es inocente hasta que se demuestre
lo contrario. Lamento no dominar los términos del derecho penal en concreto.
Pero, hasta donde sé, es una máxima indiscutible y universal.
Aquí, sin
embargo, ocurren dos cosas. Primero, el descargar/almacenar material con
derechos de autor te hace culpable sin una averiguación previa, a menos, claro,
que el estado signatario decida instruir un juicio. El cual puede ocasionar,
incluso ganando, un daño considerable a la economía y buen nombre de un
acusado.
En
segunda, tenemos una paradoja que afecta a todas las leyes de propiedad
intelectual en el mundo: UN IP NO REPRESENTA A UN CIUDADANO.
A menos
que se implementen operativos multitudinarios para detectar la identidad de un
internauta, como los que se ocupan para identificar a los miembros de
Anonymous, el propietario de la IP (normalmente quien firmó el contrato del
servicio de internet) es el responsable de las violaciones al derecho de autor
y contra quien van dirigidas las demandas.
Todos
sabemos, sin embargo, que muchas veces quien paga las cuentas no es quien baja
la música, o rompe la ley. Puede ser su hijo de 10 años o, incluso peor, el
vecino que se roba el Wi-Fi. No está estipulado en mingún marco legal que, por
poner los recursos, una persona pueda ser acusada de un delito que no realizó y
del cual, además, no tenía conocimiento. Gracias a esto, señoras de 80 años
deben enfrentar cargos por varios milloens de dólares por daños a las disqueras
porque sus nietos, en su casa, estaban bajando música. Así de ridículo.
Este es
uno de los otros problemas a los cuales nos enfrentaremos si se aprueba ACTA, a
menos de que nuestros legisladores, raudos y ocupados de sus deberes, propongan
un marco legal que lo evite.
Esto es a
lo que nos enfrentamos con ACTA. No es el fin del mundo, pero sí una dada en la
madre fortísima a más de un garantía individual constitucional.
¿Qué hacer?
Lo de siempre, pero que nunca, nunca, se suele hacer cuando una autoridad nos
toma el pelo.
Informarse.
Organizarse.
Debatir.
Cuestionar.
Confrontar.
Todo en
las instancias marcadas por la ley: Audiencias, tribunales, la Suprema Corte,
organismos internacionales.
Ya, una
vez, el Senado acusó al tratado de inconstitucional. La Unión Europea lo
rechazó bajo el argumento de que viola derechos humanos. Ambos hechos son
enormes precedentes para defendernos. Sin embargo, es momento de participar
todos. De otra manera, sin respaldo popular, la defensa de ACTA no parecerá un
asunto de interés público para los encargados de decidir.
Recordemos
que las redes sociales, aunque parecen un mundo, sus usuarios son un pequeño porcentaje
de la población.
Si esto
no sale a la calle, si esto no va a la gente, nos la volverán a ganar.
Voy a contarles una historia de Lisboa. Pero, como no soy o senhor Frederico Monroe, Lisboa no está en el relato. Por el contrario, me he vuelto tan loco como Philip Monroe, aquel director que se embriagó en la pureza de la imagen y se olvidó por completo de sí mismo, por lo que les voy a narrar sobre Lisboa como la relatan sus manuales para turistas, escritos por ayudantes de tenedores de libros, quienes a la mitad de un vino de cereza se ponen a explicar el porqué este pueblo está sumergido en la melancolía.
No me hago responsable, entonces, de lo que aparece a continuación... culpen al Aínda.
Tuve un sueño. Un sueño que había tenido en el pasado, que se había vuelto
recurrente, pero que se volvió incendiario.
Era de nuevo ella. Era la misma niña que había visto en el pasado. Los mismo
cabellos castaños, la misma piel blanca. Petiza, tierna, dulce. El mismo brillo
en la mirada que... un momento. Su mirada ha cambiado. Es más brillante que en
el pasado. A diferencia de su última visita, sus ojos ahora sí destilaban
esperanza.
Cabe aclarar algo: su nombre es Cristina. Lo eligió su madre, antes de que
yo la matara, un día que soñamos con ella precisamente. A ambas las enterré en
mis recuerdos. Ahora, al parecer, ha venido a tomar su venganza.
Cabe aclarar que cristina, al parecer, no existe. O no debería existir. La
desterré al abstracto hace tanto tiempo. ¿Por qué hoy, por qué así?
Se acercó a mi rostro. Lo acarició. Me dio un beso en la frente. No debería
parecerme raro.
Al fin y al cabo, se supone, es mi hija.
Pero me estremecí, bastante. En todo caso, ella no existe. No debe existir.
No debe estar aquí.
Pero su mirada es diferente.
Nos miramos fijamente durante un largo rato.
Han cambiado tantas cosas en su rostro. Pero su mirada es más penetrante que en el pasado. Uno no puede escapar de esa luz que irradia. Es imposible. Un caso perdido.
"Vine, precisamente, por estos ojos. Vine a pedírtelos".
¿Lo ojos de quién?
De ella.
¿Para qué los quieres?
Para existir.
La posición en la que me encuentro no es favorable para ella. Había renunciado incluso a la idea de procrear, pero... ¡carajo! de dónde ha salido todo esto.
Ella ni siquiera se molesta en mirar mi desesperación. Aunque he de aceptar algo: esto es un sueño y terminará pronto.
"No te dejaré escapar de aquí hasta que hayas traído esos ojos ante mi
presencia y pueda largarme de este infierno al que me condenaste".
Ella sabe que es imposible. Ella sabe que tan sólo intentar dar un paso para
lograrlo sería hacer estallar una bomba.
Está completamente consciente, al punto de que sabe que el hecho de pensarlo
es una tortura.
Perdimos la partida antes de colocar las fichas. Un último enroque es un
suicidio.
¿Vas a jugar ese movimiento final como apertura cuando, además, ni siquiera
te lo permiten las reglas del juego?
"Tú me condenaste a esto. Es mi última salida. Nuestra última salida. A
mi muerte eterna y a tu cobardía disfrazada de prudencia. Si ambos salimos y lo
intentamos, podremos morir. Si te quedas inmóvil, el ansia te matará y yo no
habré existido nunca".
Una frase así, con una mirada mediterránea, en el cuerpo de una niña
pequeña.
Una agonía particular. Compartida.
El silencio se hizo de un caudal entre nosotros.
¿Por qué esa mirada y no la de alguien más?
"No lo sé".
¡Cómo diablos no lo sabes! ¿No te das cuenta que tan sólo acercarnos nos
puede despedazar? ¿No te das cuenta todo lo que debemos dejar atrás para
intentarlo? ¿Acaso vale tanto para tí?
Esto no es un ajedrez. Esto es ya una ruleta rusa.
"Quizá porque sus ojos son los mismos que los que tú tenías antes de
que la realidad te devorara despacio".
¿Qué diablos estás diciendo? A mí jamás...
No me quedó más remedio que arrodillarme ante ella. No pude contener las
lágrimas. Me despedacé despacio y terminé con el rostro mirando al piso. No
pude más.
¿Qué es lo que quieres que yo haga?
"Quiero que vayas y luches contra ti mismo. Nadie mejor que tú sabe
como derrotarte".
¿Y si sólo estoy proyectando lo que yo soy y no somos lo mismo?
"Será tu tarea descubrir qué los hace diferentes y reconocer el
terreno".
Una vez más, ¿por qué lo haces?
"Para que yo pueda existir y te deshagas de esa cobardía disfrazada de
prudencia".
Al día siguiente perdimos todos en la ruleta. El sueño nunca pudo terminar.
"Haika mutil, jeiki hadi
surik baden mira hadi.
- Bai, nausia, sua bada,
gur gatoa beroa da".
Mikel Laboa
Encendí una llama para cimentar mi esperanza, y la llama consumió los campos.
Ardió todo, lo miré y no me moví ni un ápice. Disfruté mirar el caos. Me limité a contemplar el precio de mi exaltación.
En el fondo yo quería que todo ardiera.
¿Para qué conservar sólo un haz de esperanza? ¿Para qué mantener el control?
He perdido el control de mis esperanzas y eleve a lo más alto mis sueños. Convertí mis fantasías en humo.
En el fondo eso me hace sentir feliz, el polvo de un futuro que no debería existir. Nadie quiere en una jaula a un pájaro muerto.
Pero entonces, mientras agonizaba le atrapé.
"Bainan, honela
ez zen gehiago txoria izango
eta nik...
txoria nuen maite".
Mike Laboa
¿Por qué habría yo de dejarle las alas a quien desea escapar?
Lo que yo amo no es su ser, sino su presencia. Amo el control, la postración, el sometimiento ante mi persona.
Quiero dominar sus actos, conservar para mí su lealtad. Asesinar toda esperanza de concebir un mundo sin mi yugo.
Lo que yo deseo es una sensual suerte de imperio sobre sus sentidos.
Que sea mi esencia lo primero que rocen sus labios.
Que su mirada se embelese en mis ojos al despertar.
Conquistar cada centímetro de su piel y no ceder jamás a liberarla.
Pero, tal vez, resulte en que la convertiré en una creación a mi imagen y semejanza.
Y yo nunca me he enamorado de mi reflejo.
Mucho menos de alguien que no es libre. La opresión me provoca náusea.
Sin embargo, el futuro no nos pertenece.
"Eman zaidazu bihotz
eta ken berriz nahigabeak.
Esan noiz garen izanen gure
etorkizunen jabeak".
Mikel Laboa
¿Puedes verme?
No peudo huir, Todo cuanto soy lo he dejado en tus manos. Y, sin embargo, has preferido romperlo.
¿Cuándo fue la última vez que me miraste con dulzura? Jmás lo has hecho.
Aún así, mi esencia te sigue reclamando.
Me has vuelto parte de un todo que rechaza ser libre. Me has convertido en una sombra de tu voluntad.
¿A quién pertence esa voluntad?
A un ente puro. Cuya pureza me atrapa y me obliga a arrebatarla.
"Eta harek zu ere
erantzi,
eta hostoz hosto
hartu
lili bat".
Mikel Laboa
Los campos están llenos de flores. Son una puerta a la libertad.
Se han fugado todos los miedos que contenían tus ojos.
He terminado con el yugo que tu dulzura mantenía sobre mi cuello.
Sin embargo, todo está oscuro. No puedo mirar más allá de mi ceguera.
Enciendo una luz.
He perdido el control.
Pareciese que los tribunales del Santo Oficio permanecen vigentes en nuestros días. Por fortuna, no es así, pero para el Padre Damián asi pareciese.
El sacerdote, cura de Ocosingo, fue citado por el nuevo obispo de la región. Sentado, solo, en medio de la oscuridad de la sacristía, es interrogado por la autoridad de la iglesia.
¿Algo de lo cual temer? No lo sabe. Pecados no ha cometido, porque no ha violado la ley de Dios. Ha roto las leyes no escritas de los hombres, sin embargo. ¿Qué hace un representante de Cristo defendiendo el derecho terrenal?
-Padre Damían- cuestionó el obispo, meditabundo- ¿Qué le han dado esos indios para que usted, olvidando su papel de pastor, olvide sus deberes de la iglesia y se dedique a corromperse con sus subnormales costumbres?
-No me he desviado de la misión de la iglesia, señor obispo. El apoyar y defender a estos hijos de Dios es arte de las tareas que el Señor nos ha encomendado. Y no son costumbres anormales.
-¡Es escoria pagana, entonces!
-Para nada, señor obispo. Cuando llegó la cruz, ellos conocían a Dios, bajo otro nombre. Cuando les revelamos la identidad de nuestro salvador Jesucrsto, adoraron al Hijo del Hombre bajo los mismos ritos del pasado. Siempre fueron cristianos, a su modo.
-Pero usted les enseña a exigir, a reclamar, a pedir que los traten como a la gente de bien, en vez de enseñarles los dones de la caridad, la sumisión, y el dar la otra mejilla, como dice la sagrada escritura.
-Son gente de bien, señor obispo, porque trabajan duro para ganar el poco pan. Y practican los dondes del espíritu santo, sólo que la sumisión es ante el Salvador, no ante otro hombre. La caridad es entre ellos, al mirarse los unos a los otros desvalidos. Y ellos han dado las mejillas tantas veces, que no hacen si no esperar a que el hombre de la ciudad también la dé.
Sobre una pequeña mesa, el obispo dio un golpe cuyo eco pareció resplandecer eternamente.Ambos permanecieron inmóviles, imaginando su siguiente jugada.
-Es usted un rebelde, Padre Damián. Usted predica versiones torcidas de la palabra. Defendiendo a quienes sólo con el hierro se convencieron de creer. Alentando sus desviaciones en vez de corregirlo. Y, además, en lugar de guiarlos, les miente. Les ha hecho creer que su pobreza se irá luchando. Que pueden pelear contra su destino. Pero Dios los ha querido humildes. Deben saber que su condición es mandato divino.
El Padre Damián clavó su mirada en en el suelo. Allí se quedó el resto de la noche. No quería mirar al cielo. Temía, en el fondo, que las palabras del obispo fueran verdad.
-Si fuera eso cierto, señor. Si ser pobre fuera un castigo, señor, y no una invitación a luchar, Jesús habría nacido en la cuna de Herodes y no en el pesebre. Hubiera invitado a los fariseos a seguirlo, no a los enviados de pedro. Y, sobre todo, no hubiera mandado a sus discípulos a pelear y morir a manos de los romanos para difundir su palabra. El Señor nos ha enseñado a pelear. Nos ha enseñado lo que es justo. Y nos invita a defenderlo.
-¡Y lo que defiende usted son herejías! Porque el Señor es quien corona a los poderosos. Quien unge a los sabios. En nombre de quien se domina a los no creyentes. Dios bendice al hombre, no a los gusanos.
Con una mano, el obispo exigió al sacerdote que se deshiciera de la sotana y la depositara en sus manos. Al hacerlo, el mando litúrgico encajó la mirada en los ojos del Padre Damián.
-La iglesia no me confiere estos pdoeres, pero los tomaré porque no me queda alternativa. Los degrado como sacerdote. Usted no puede vestir los colores de la iglesia nunca más.
El Padre Damián no hizo más que reírse.
-Quíteme mis poderes. Traiga a un nuevo sacedote, si gusta. Pero, cuando el Señor nos llame a su presencia, él sabrá quien de nosotros tenía la razón. Pero, por el momento, usted se ha burlado de mi comunidad. Y, bajo las leyes de la misma, usted queda arrestado por violar la paz de este pueblo, perdido de ante los hombres de Dios pero no ante su mirada.
El obispo, del impacto, se desplomó. Dios apagó su corazón y lo llamó a rendir cuentas por sus falsas palabras.
Don Antonio, a sus 82 años, miraba el piso de adobe en su hogar en la
sierra. El mismo techo que hace 82 años lo vio nacer. La misma tierra roja. El
mismo cielo personal. Tal cual ahora como entonces.
El hogar palpita silencio. ¿Qué más se puede decir? Don Antonio no tiene
hijos. Su esposa, Doña Cecilia, falleció hace 12 años. Nunca despertó de aquel
sueño por ver un nuevo cielo. De construir un nuevo hogar.
Cuando se casaron, en 1968, Don Antonio le prometió a su mujer que, con las
nuevas reces que habría comprado, alcanzaría el negocio para comprar una casita
en la ciudad. Que vivirían como los citadinos: de pantalón largo, con vestidos
finos, zapatos de piel. Un auto para pasear y una troquita para llevar el
producto.
Sin embargo, tan sólo de recibir al ganado, Don Antonio pensó que estaba muy
enfermo. "Están las reces muy gordas", dijo. Que darían puro cebo y
nada de carne. La leche amarga. Decidió sacrificarlas a todas cuando, en
realidad, sólo estaban mejor alimentadas que las tantas vacas flacas que había
visto durante años. Al final, las promesas de una vida mejor se hicieron humo
frente a sus ojos.
Veinte años después, un hombre de la ciudad le propuso comprarle el terreno.
A buen precio, pudiendo conservar su casa, ampliarla, darle una nueva fachada.
Le ofreció, incluso, una sociedad en un nuevo negocio donde a los campesinos se
les repartiría la tierra. En conjunto, todos cooperarían entre todos y se
dividirían las ganancias. La mayor parte, por supuesto, sería para Don Antonio.
Pero, para Don Antonio, el tener tierras amplias para el solo era un símbolo
de estatus. Y decidió vender el terreno, amplio, completo, a un hombre que vino
de afuera. Un negociante que arrasó con los campos, tiró los corrales y construyó
una fábrica. A Don Antonio sólo le dejaron su vieja casita de adobe.
Años después, su esposa enfermó de fiebre. El dolor era demasiado. No podía
caminar. Sin dinero, sin nada con que acudir a un hospital, regaló al doctor
del pueblo la mitad del terreno donde ambos habían construido su pequeño hogar,
a cambio de que la curara.
Tan sólo cayeron los muros y el doctor vendió el terreno que le había
regalado Don Antonio a maleantes venidos de fuera, el médico dejó morir sola a
Doña Cecilia.
Antes de que la enfermedad le arrebatara el alma Doña cecilia alcanzó a
suplicar al viejo campesino un último favor, en nombre de tantos años juntos.
"Esto es lo que queda de nosotros. Por favor, protégelo con tu vida. La
vida que nos queda a ambos es esto. Este es nuestro pasado juntos. Este es
nuestro presente juntos. No lo dejes ir".
Don Antonio contempló el techo de adobe, rememorando esa promesa, cuando
ladrones entraron por la puerta. Sin moverse, el viejo sólo miró cómo los
malhechores buscaban algo de valor para robar. Pero ya no quedaba nada, sólo la
casa. El último refugio del campesino y su mujer.
"¡Vete y no vuelvas, vejete asqueroso! Lárgate ya y no te haremos
daño".
El hombre de campo, con lentitud, se levantó del sillón. Se dió la vuelta
despacio, intentado retirarse. Pero, por la espalda, uno de los maleantes lo
apuñaló.
Don Antonio no tuvo tiempo, siquiera, para recordar que nunca pudo cumplir
sus promesas.