Dios no estaba en ese momento. Había cerrado los ojos ante tal acto.
Tanta sangre derramada...y tantas almas perdidas...Dios ya no sabe si ignorar o destrui a su creación fallida.
Fallida por su ineptitud, y su tración fraternal. Entre hermanos se destruyen. Diseñados para ser su obra más perfecta y es en lugar de ello la más corrupta.
Dios se cubre la mirada, se avergüenza.
Dios mira hacia atrás, al mundo perfecto bajo su teocracia. Donde sus hijos se niegan a indagar o divulgar los errores del padre. Ha quedado atrás, muy lejos ya. Ahora Dios se lamenta.
¿Destruir? ¿Aniquilar? ¿O renovar?
¿Iniciar con los sucesos cuyo saber le confió a Juan en la Revelación?
¿O crear a un ser más grandioso, más perfecto?
Le dio vida, y lo arrojó al mundo al azar. Sin preocuparse siquiera por anunciarlo a su madre. Tal vez ella no lo deseaba.
El mesías anterior nació en un pesebre, ahora él nacería en el corazón de un agave. La primera luz que alcanzaría a sus ojos resplandeció sobre tierra roja. Y un manto rojiblanco lo cubrió. Tuvo un nombre, que ya no recuerda.
Sólo recuerda el nombre de su rebautizo...Erno Satyr...
Y recuerda su vida...ante la posibilidad de morir...
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