Carta de Andrea Maggio
Gerente internacional de HASTA
23 de abril de 2002
Ciudad del Vaticano
Correspondencia personal del Director de la Central Intelligence Agency
Clasificado
Señor Director:
Agradezco a Dios Nuestro Señor y al Señor Presidente la invaluable confianza que han depositado en nuestra institución para colaborar con las tareas de un organismo tan emblemático como la Agencia a la que usted representa. Son tiempos duros, en el que la voluntad del Señor debe ser custodiada en más de un frente. Tanto en el terreno político como en el moral.
Me han dado razón de que usted sólo conoce una minúscula parte de la labor que realiza HASTA, así como el campo donde nuestra labor, incluyendo la realizada por la Agencia, se desenvuelve de manera cotidiana.
Entiendo también que no se acercó a nosotros por caridad. Un ala importante del Partido Republicano ha presionado para que, entre las tareas de su organismo, se defienda la moral cristiana de lo que ellos consideran mera brujería. Sin embargo, estimado señor, nosotros no nos dedicamos a detener a charlatanes y curanderos de religiones alternativas, plantando menjurjes inútiles frente a oficinas de gobierno para frenar el avance de la vida institucional y considerando que las decisiones clave en el orden mundial pueden ser manipuladas a través de ritos chamánicos sin valor aparente.
Entiendo que esa fue la tarea primordial de Oficina 12, a cuyos viejos burócratas disfrazados de agentes secretos de Hollywood ha mandado jubilar por orden presidencial.
No, señor director. El frente que usted está abriendo es quizá tan peligroso y demencial como aquel en el desierto, donde sus hombres mueren fieramente contra los elementos para asegurar su provenir y simplemente mantenerse con vida, más que el ánimo de defender a su país. Para nuestra desgracia, el nuevo enemigo no sólo lucha sin poseer un razonamiento humano. Posee una naturaleza gregaria, incluso diría que política. Peleamos contra una entidad consciente, que al momento de golpear se une con la fuerza de un mazo pero puede desaparecer cuando se le busca. Puede convertirse en nada.
Peleamos, señor Director, contra una organización que se extiende a lo largo y ancho de nuestras ciudades. Una plaga que crece bajo el amparo de nuestra cultura occidental, oculta en las grietas de miseria y fuera del ojo público camuflada entre la oscuridad de los marginales. Parias, señor. Parias que son a la vez tan humanos como nosotros como para ceder ante la ambición. Parias que han perdido su humanidad en el camino. Que se han convertido en bestias fuera de la más elemental comprensión científica. Celosos a su vez de una pútrida herencia cultural de salvajismo y superchería, así como de su aislamiento ante el mundo civilizado.
Es un oponente tan ruin que se esconde en la bajeza de las metrópolis. Prefieren aquellas donde la violencia reina para mimetizar su ansiosa brutalidad entre la impunidad de la sangre. Huelen el hambre, huelen la guerra. Toda oportunidad de sumarse como buitres a la ruina humana los moviliza, a veces desde lugares remotos, para conquistar la podredumbre de la noche.
Bestias de todas clases, de todos los orígenes se reúnen en esta entidad. Se separan en clanes familiares, en logias de tradición, bajo votos de silencio. Una farsa de sociedad que está en guerra constante, pero se reúne con el objetivo de asediar el orden que nos define como seres humanos. Son enemigos de la humanidad y, aunque se devoren regularmente unos a otros, no dude en que somos un presa común. Para ellos gente como usted y yo estamos un escalón abajo en la cadena alimentaria. Si pueden cazarnos juntos y repartirse nuestro banquete, lo harán gustosos para seguir riñendo por sobre nuestra carroña. Una mafia, si es que me permite utilizar una descripción acorde con nuestro imaginario colectivo, que quiere repartirse el legado humano a pedazos.
La jerarquía católica, a la que parcialmente represento, llama a esta entidad El Subterráneo. Un nombre poco creativo, he de admitir, pero correcto. Porque estos seres se esconden bajo la tierra, habitan las ruinas de nuestra civilizaciones y no se dejan ver a la luz del día. Son sociedades cerradas, en las que el hombre de bien no puede entrar simplemente por un mero instinto de preservación. Preservar su alma, preservar su vida.
Algunos rumores de su existencia se han filtrado en el imaginario colectivo. Religiones, contraculturas, cultos de todo el mundo imitan de manera risible sus brutales actos. No se confunda, que lo inhumano de sus ritos dista mucho de las patéticas imitaciones. Muerte, delirio. Es lo que nos espera si estos seres infrahumanos cruzan en masa los límites entre sus refugios y nuestra sociedad.
No estamos solos, señor Director. Si existe un equilibrio entre nuestro mundo y el suyo se debe a jueces que, con la razón o con la fuerza, dividen el territorio que corresponde a cada universo. Sin embargo, son guardianes muy selectos. Una fuerza muy limitada (nuestros reportes sólo han encontrado a uno, viejo y demacrado, pero dispuesto a entrar en combate) cuya porosidad permite un continuo ataque a nuestra civilización por parte de estos grupos Será nuestra misión colocar a estos seres, cuya humanidad no hemos comprobado, de nuestro lado. O vencerlos para imponer nuestros propios límites, por el bien de la humanidad.
No se confunda, señor Director. No estamos ante un enemigo pequeño. Los pequeños somos nosotros. Nos tienen rodeados. Se regocijan bajo nuestras pies y ansían el momento para arrancarnos nuestras cabeza.
Tenga confianza en que nuestra Institución, de tradición centeneria, no cejará en su tarea de empujarlos hacia su propio agujero o de exterminarlos. Por ello celebro la recién confirmada sociedad entre HASTA y su distinguida Agencia.
Que Dios lo bendiga a usted y a su país, señor Director. Que con su voluntad ha guiado, por siglos, nuestra locha contra esta clase de animales.
Andrea Maggio
Gerente internacional
HASTA
Per Aspera Ad Astra
1 comment:
Ahhhh! A esperar pacientemente :)
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