Saturday, February 20, 2016

Segundo documento

Correspondencia electrónica intervenida
Correo persona de Guillermo Niebla, fotógrafo
Destinatario: tachadura
Febrero 12, 2004

Me estoy volviendo loco.
Es bastante difícil hilar ideas cuando el cielo sobre tu cabeza se está incendiando.
Luca está muerto. Luca no está muerto. No lo sé, carajo. No entiendo qué sucede y hace algo de tiempo que dejé de pedirle explicaciones a la realidad.
¿Cómo te explicas tantas voces? ¿Cómo te explicas tantos sueños? Es difícil hilar piezas tan dipares, tan distintas, con un orden lógico.

Quizá por eso te escribo tanto. Para recordarme lo que es estar más o menos consciente. Para no olvidar que alguna vez fui capaz de tener ideas concretas. A veces cuando te dejo un mensaje, no espero que respondas. Como no lo has hecho desde hace semanas. Simplemente soy yo el destinatario real para una guía práctica que me mantenga atado a la cordura.

Luca no está muerto.

A veces escucho voces. No sé qué quieren de mi. Juro que no son las de mi cabeza, ellas hablan por otra razón. Ellas, incluso, podrían consolarme. Pero alguien me busca, alguien parece haberme elegido para algo. ¿Por qué carajo un tipo todo roto como yo podría resultar relevante? De puro milagro puedo mantenerme en pie. Y eso, carajo, que me subí a un avión luego de decirte que venía a morirme. Que venía a hacer un sacrificio para que se conociera la verdad. Tanta palabrería barata que, con la realidad de frente, sólo ha terminado de evidenciarme como un timo ante quien me mira desde el espejo.

Luca no está muerto.

Te dejé llorando. Volé hacia el desierto luego de que me pidieras quedarme y hacer una vida juntos. Me reí. No recuerdo cuántas sandeces te dije, pero vaya que fueron muchas. Que tu vida como mujer de hogar era poco para mis deseos de aventura. Que mi sueño siempre fue rifarme el físico en un lugar olvidado. Ese absurdo de encontrar la verdad. Vine a encontrar la verdad y no me ha gustado. Pero no he desenmascarado a ningún general. A ningún político. Quien ha quedado sin tapa soy yo.

Luca no está muerto. No debería estarlo. Estaba vivo, sonriente y calvo la última vez que lo vi. Ese maldito argentino, ese pobre diablo que vino al infierno porque quería alejarse de las sustancias que lo estaban matando lentamente, no tiene razones para estar muerto.

Ahoora es un enclave entre las montañas y el desierto. Un rincón tan de mierda que la gente viene aquí porque la guerra no llegaría hasta semejantes ruinas. La resistencia, el gobierno y los invasoras conviven juntos porque ya sería el pinche colmo echar tiros por un cuchitril tan miserable. Basta llenar mi cantimplora, conseguir 3 dólares de algún buen samaritano. Con eso un granjero me dejará follarme a su hija. En la estancia del hoyo que llaman casa. Me vendería hasta a su esposa si es necesario.

Piensa lo que quieras, pero me ha faltado sexo aunque sea así de barato. Ni siquiera en sueños puedo coger. Durante la noche hace tanto frío y durante la mañana el sol baja despacio. No queda de otra que dormir cuando el sol está por todo lo alto. En esos momentos, aunque estén prohibidas por los locales, tengo oportunidad para construir fantasías. Mira que la chica que suele invadirlas, una morocha de piel blanca y ojos de aceituna, es digna de cualquier fantasía. Con amor me trata, pero no soy yo a quien desea. Más bien quiere encontrar a alguien a través de mi.

Alguien, dice, que vendrá a hacer justicia.

Que venga de una puta buena vez, chingada madre. Lo poco que queda por arder aquí empieza a encenderse. Los soldados están rondando a unos cuantos kilómetros. Ahoora, al fin y al cabo, es un puñado de tierra. Mejor en manos propias que en las ajenas, aunque sea tierra infertil, inútil y miserable.

Luca no está muerto. Te juro que no está muerto. Cuando vinieron a preguntar lo anotaron entre los desaparecidos. Llamaron a su medio, un pasquín de tercera en Rosario. De milagro recordaron su nombre. No tenía familia y, si la tenía, parecen querer olvidar que era un hijo suyo.

No hay rastro de Shadia. Un granjero, tendero o algo a quien Luca le pagó 3 dólares y una cantimplora llena de agua insalubre a cambio de su hija más chica, nos pidió que habláramos con ella. Es a su vez proxeneta, usurera y, por lo visto, generala. Cuentan los locales que su casa está llena de armas. Que quitó los tabiques de los muros y los rellenó con municiones. Corren rumores acerca de las Kalashnikov en su sótano.

El hombre estaba tan agradecido por los regalos, como los llamó él, que nos dio información esperando que entrevistáramos a tan importante mujer. No somos de esa prensa, vamos. Hace mucho que se fueron los americanos a buscar otra guerra. A realizar otro circo mediático. Hay muchas historias acá, pero nada que venda titulares. Nada a lo cual darle click. Pura miseria en medio de la arena.

Luca tocó la puerta. Una choza de lámina y tabiques sobrepuestos que es un palacio para esta gente.

Nadie contestó.

"La reconcha de la lora". Luca maldijo tantas veces y tanto tiempo que, al final, sólo le quedó sacar un cigarro y sentarse a fumar.

Con el sol a pleno. Frente a una casa que los lugareños esperan ver repleta de armas. Un cigarro que salió de la nada.

Justo cuando pensé que era inútil estar ahí perdiendo el tiempo, Shadia abrió la puerta. En un inglés casi ininteligible, nos invitó a pasar.

Preguntas de rigor. Quiénes éramos. Nuestras nacionalidades. Nuestras intenciones. La mujer, al saber que éramos fotógrafos, tomó un rifle y apuntó hacia la ventana.

"Come on, men. Photo now, photo now!". Quería aparecer como si estuviera en combate. Como si disparara. Engrandecer esa imagen de generala y tener algo de lo cual presumir.

No había metralla en los muros.

No había Kalashnikov. No había sótano.

Sólo había una destartalada retrocarga de caza. Sin municiones. Pero con eso le bastaba para generar temor.

Un paso. Tres pasos. Cinco pasos. Botas.

La puerta cae. Se hacen pedazos las bisagras oxidadas. Shadia alcanza a correr, pero un hombre la pateó en el vientre. La remataron con un tiro en la frente.

Luca no está muerto. Lo golpearon con una macana detrás de las rodillas y se postró. Le dieron un tiro en la nuca. No vi una gota de sangre, sólo lo vi desplomarse.

Me golpearon en la cabeza. Me hicieron pedazos las costillas. Terminé con el labio hinchado y aún me duelen las manos. Estuvieron a punto de quebrármelas.

Pero Luca no está muerto. Se debieron haber llevado su cuerpo a otro lugar los del gobierno para jugar con él. Es lo que se sabe de Shadia. Pero del puto argentino no hay rastro.

De la generala quedan en el piso del lugar pedazos de piel canela y sangre, mucha sangre. Pasan los días y no se quita. No hay tantas mujeres para vender a cambio del agua necesaria si quieren limpiar este desastre. Pero la sangre de Luca no se ve.

Porque Luca no está muerto.

Vino a perderse, a desconectarse de un mundo que lo estaba matando. No tenía ninguna meta. No tenía ninguna misión. No tenía nada. Vino, tal vez, a encontrar esa foto de concurso con la cual hacerse famoso. Que le permita exhibir en galerías y hacerse de un nombre, para ligar a alguien en cada coctel y llevarse a una mujer diferente cada noche a la cama.

O tal vez no, porque no es como yo. Quizá tenía más idea de qué estaba haciendo en un agujero como este. En un infierno donde el cielo arde cada mañana. Donde la arena corta lentamente tu garganta.

Quizá él hubiera tenido más idea que yo acerca de las voces en mi cabeza. Tal vez él sepa quién ese esa mujer que me pide encontrar a alguien. Puede que él sepa mejor que yo la justicia que deba hacerse,

Luca no está muerto.

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