Hay cosas que nunca van a cambiar...
Jesús se preparaba a salir esta noche. Sofía, su pareja, daba los últimos toques a su vestido de cóctel.
Un veloz retoque a la sombra. Una veloz mirada de sus verduzcos ojos a los ligeros rizos que forma su rojiza melena. Esa sonrisa tibia que ilumina un tanto su piel canela. Jesús es afortunado. Jesús, en estos momentos, se siente Dios.
¿Cuál es su destino? No es una gala. Mucho menos una cena especial. A Jesús le parecen aberrantes tales formalismos sociales. "Seríamos más felices sin tanto protocolo pendejo", solía decir cuando era más jóven. Por su larga y canosa cabellera se cuentan noches inmortales en la memoria, de esas que tantos se han atrevido a olvidar.
Sofía, no dice una sola palabra. Ese bello vestido negro, fúnebre, que remarca su salvaje belleza no se paga pensando más de lo necesario. Hablando más de lo debido. Hace dos meses que subió por vez primera a este auto de segunda. De pocos lujos, sí, pero con buenos rines.
¿Qué la mantiene aquí? Seguro lo tiene que amor, simplemente, no es. Si por el sentimiento fuera, hubiera seguido en su viaje a su antiguo prometido. Al padre de un hijo que nunca llegó. Al que le dió muerte porque en los mostradores del aeropuerto se venden billetes para Cancún, Frankfurt o Londres. Pero nunca para el infierno.
El último viaje, a Barcelona, fue la respuesta de un rezo a la Santísima. Porque Santísima fue la golpiza que Jesús le puso por sospechar que la prostituta se vendía a otro cliente.Primero, un rezo para ganarse un viaje al averno. Fractura en la cervical, con un disco clavado en la espina. Lesión del pómula y traumatismo craneal con una botella vacía de Jaggermeister. Un menú de suplicio que obliga a desear la no existencia.
El temor a una demanda pagaron el escape a las ramblas. Con vendajes en todo el cuerpo, admirando la genialidad Gaudiana postrada en una silla de ruedas. Hubo tiempo hasta de conocer la pasión culé desde la grada de los Boixos. Hay tiempo de todo, rogando para no continuar.
Y ahí estaba ella. Rogando para que esta noche una bala perfore su atormentado cerebro y el dolor que los trancazos han dejado en sus lumbares y en el alma. Sabe que sólo bastaría una rabieta. Un pequeño estímulo. Pero hay algo más: no hay nadie que tenga más terror del que Sofía siente hacia la idea de morir.
Jesús, como el de la biblia, muy posiblemente se un verdadero hijo de puta. Con desplantes de genio, un caracter de nitroglicerina y una educación pésima cortesía de un pésimo sistema educativo y la ineptitud paternal. A los diez, ya golpeaba a su madre. Primero, porque el padre le enseñó que la mujer debe someterse, humillando lo más sagrado que para el niño existía. A los quince, ya era un héroe. Violó, con lujo de violencia, a una amiga de su hermana. Desde entonces, grupos de derechos humanos buscan a una jóven desaparecida.
Sin embargo, se mueve. Sin culpa, con toda confianza. Ha ganado dinero vendiendo mentiras. Al pueblo y al poder. De que el uno cree en el otro. Así de fácil.
Con ese dinero, se ha subido a la última puta que se ha hallado y se ha dado el permiso de mantener. La hace pasar por su esposa. Pero ya está harto.
De lamentos.
De sonrisas frias.
De miradas apagadas.
De sumision.
De que ya no le produzca placer humillarla.
Todos estamos hartos.
Todo está jodido.
Todo está apagado. Esta noche no hay marcha.
Y a la media luz, la violencia será pasión.
Los diarios ya tienen el titular de mañana.
Dios ha muerto.
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