"¿Qué tal tu día en Racoon City?"
No niego que trabajo rodeado de locos. Me encanta. Sobre todo semejantes bromas frikis.
Cubrebocas de utilidad dudosa. Recomendaciones. Gente que, en efecto, está muriendo. El Metro sin luz. Los rumores de "A mi hermano le dio y se murio bien rapido". Miedo.
Lo acepto. Tuve miedo. Tengo miedo. Tendré miedo. A que cancelaran Metallica (vamos, esas oportunidades no se repiten con colas de Ticketmaster y menos dinero que hace un mes). A que alguien que ame sea contagiado. A que dure más de lo debido y pase de una precaución sanitaria a una pandemia global (ya hay gente en el globo contagiada, pero no es lo mismo 2 mil a 1 millón).
Quiero creer que es curable. Quiero creer que en una semana se puedan retomar actividades más o menos normales. Por primera vez quiero creerle al Estado, a quien culo, como muchos, de no anunciar esto a tiempo para no arruinar la visita de Barack Obama.
Estos putos líderes latinoamericanos. Cuando viene el capataz gringo, hay que mostrarnos intactos. Insulso.
A veces quisiera curar todo a la manera Zombie. Con un tiro a la cabeza e incinerar los cadáveres. Todo sería perfecto si no existieran los niños. ¿Quién le daría un disparo a un chavito de cinco años?
Sí, soy un insensible. No sólo por los niños enfermos. Tampoco puedo sentir un sismo de 7 grados richter. Pero, vamos, soy más sensitivo que todos aquellos que lucran con esto. Desde el gobierno hasta la iniciativa privada.
Al menos mi internet está de vuelta. Todos estos días sin clases me estresan. Sé que nos van a dejar caer el hacha para evitar trabajar una semana más de lo debido, por más que obliguen a ello.
Por lo menos, hay tiempo para ver una tarde sangrienta. Un cielo rojo hermoso. ¿Señal de algo? No lo sé. Que anuncie el fin. Pero del vendaval.
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