Correspondencia electrónica intervenida
Correo persona de Guillermo Niebla, fotógrafo
Destinatario: tachadura
Febrero 12, 2004
Me estoy volviendo loco.
Es bastante difícil hilar ideas cuando el cielo sobre tu cabeza se está incendiando.
Luca está muerto. Luca no está muerto. No lo sé, carajo. No entiendo qué sucede y hace algo de tiempo que dejé de pedirle explicaciones a la realidad.
¿Cómo te explicas tantas voces? ¿Cómo te explicas tantos sueños? Es difícil hilar piezas tan dipares, tan distintas, con un orden lógico.
Quizá por eso te escribo tanto. Para recordarme lo que es estar más o menos consciente. Para no olvidar que alguna vez fui capaz de tener ideas concretas. A veces cuando te dejo un mensaje, no espero que respondas. Como no lo has hecho desde hace semanas. Simplemente soy yo el destinatario real para una guía práctica que me mantenga atado a la cordura.
Luca no está muerto.
A veces escucho voces. No sé qué quieren de mi. Juro que no son las de mi cabeza, ellas hablan por otra razón. Ellas, incluso, podrían consolarme. Pero alguien me busca, alguien parece haberme elegido para algo. ¿Por qué carajo un tipo todo roto como yo podría resultar relevante? De puro milagro puedo mantenerme en pie. Y eso, carajo, que me subí a un avión luego de decirte que venía a morirme. Que venía a hacer un sacrificio para que se conociera la verdad. Tanta palabrería barata que, con la realidad de frente, sólo ha terminado de evidenciarme como un timo ante quien me mira desde el espejo.
Luca no está muerto.
Te dejé llorando. Volé hacia el desierto luego de que me pidieras quedarme y hacer una vida juntos. Me reí. No recuerdo cuántas sandeces te dije, pero vaya que fueron muchas. Que tu vida como mujer de hogar era poco para mis deseos de aventura. Que mi sueño siempre fue rifarme el físico en un lugar olvidado. Ese absurdo de encontrar la verdad. Vine a encontrar la verdad y no me ha gustado. Pero no he desenmascarado a ningún general. A ningún político. Quien ha quedado sin tapa soy yo.
Luca no está muerto. No debería estarlo. Estaba vivo, sonriente y calvo la última vez que lo vi. Ese maldito argentino, ese pobre diablo que vino al infierno porque quería alejarse de las sustancias que lo estaban matando lentamente, no tiene razones para estar muerto.
Ahoora es un enclave entre las montañas y el desierto. Un rincón tan de mierda que la gente viene aquí porque la guerra no llegaría hasta semejantes ruinas. La resistencia, el gobierno y los invasoras conviven juntos porque ya sería el pinche colmo echar tiros por un cuchitril tan miserable. Basta llenar mi cantimplora, conseguir 3 dólares de algún buen samaritano. Con eso un granjero me dejará follarme a su hija. En la estancia del hoyo que llaman casa. Me vendería hasta a su esposa si es necesario.
Piensa lo que quieras, pero me ha faltado sexo aunque sea así de barato. Ni siquiera en sueños puedo coger. Durante la noche hace tanto frío y durante la mañana el sol baja despacio. No queda de otra que dormir cuando el sol está por todo lo alto. En esos momentos, aunque estén prohibidas por los locales, tengo oportunidad para construir fantasías. Mira que la chica que suele invadirlas, una morocha de piel blanca y ojos de aceituna, es digna de cualquier fantasía. Con amor me trata, pero no soy yo a quien desea. Más bien quiere encontrar a alguien a través de mi.
Alguien, dice, que vendrá a hacer justicia.
Que venga de una puta buena vez, chingada madre. Lo poco que queda por arder aquí empieza a encenderse. Los soldados están rondando a unos cuantos kilómetros. Ahoora, al fin y al cabo, es un puñado de tierra. Mejor en manos propias que en las ajenas, aunque sea tierra infertil, inútil y miserable.
Luca no está muerto. Te juro que no está muerto. Cuando vinieron a preguntar lo anotaron entre los desaparecidos. Llamaron a su medio, un pasquín de tercera en Rosario. De milagro recordaron su nombre. No tenía familia y, si la tenía, parecen querer olvidar que era un hijo suyo.
No hay rastro de Shadia. Un granjero, tendero o algo a quien Luca le pagó 3 dólares y una cantimplora llena de agua insalubre a cambio de su hija más chica, nos pidió que habláramos con ella. Es a su vez proxeneta, usurera y, por lo visto, generala. Cuentan los locales que su casa está llena de armas. Que quitó los tabiques de los muros y los rellenó con municiones. Corren rumores acerca de las Kalashnikov en su sótano.
El hombre estaba tan agradecido por los regalos, como los llamó él, que nos dio información esperando que entrevistáramos a tan importante mujer. No somos de esa prensa, vamos. Hace mucho que se fueron los americanos a buscar otra guerra. A realizar otro circo mediático. Hay muchas historias acá, pero nada que venda titulares. Nada a lo cual darle click. Pura miseria en medio de la arena.
Luca tocó la puerta. Una choza de lámina y tabiques sobrepuestos que es un palacio para esta gente.
Nadie contestó.
"La reconcha de la lora". Luca maldijo tantas veces y tanto tiempo que, al final, sólo le quedó sacar un cigarro y sentarse a fumar.
Con el sol a pleno. Frente a una casa que los lugareños esperan ver repleta de armas. Un cigarro que salió de la nada.
Justo cuando pensé que era inútil estar ahí perdiendo el tiempo, Shadia abrió la puerta. En un inglés casi ininteligible, nos invitó a pasar.
Preguntas de rigor. Quiénes éramos. Nuestras nacionalidades. Nuestras intenciones. La mujer, al saber que éramos fotógrafos, tomó un rifle y apuntó hacia la ventana.
"Come on, men. Photo now, photo now!". Quería aparecer como si estuviera en combate. Como si disparara. Engrandecer esa imagen de generala y tener algo de lo cual presumir.
No había metralla en los muros.
No había Kalashnikov. No había sótano.
Sólo había una destartalada retrocarga de caza. Sin municiones. Pero con eso le bastaba para generar temor.
Un paso. Tres pasos. Cinco pasos. Botas.
La puerta cae. Se hacen pedazos las bisagras oxidadas. Shadia alcanza a correr, pero un hombre la pateó en el vientre. La remataron con un tiro en la frente.
Luca no está muerto. Lo golpearon con una macana detrás de las rodillas y se postró. Le dieron un tiro en la nuca. No vi una gota de sangre, sólo lo vi desplomarse.
Me golpearon en la cabeza. Me hicieron pedazos las costillas. Terminé con el labio hinchado y aún me duelen las manos. Estuvieron a punto de quebrármelas.
Pero Luca no está muerto. Se debieron haber llevado su cuerpo a otro lugar los del gobierno para jugar con él. Es lo que se sabe de Shadia. Pero del puto argentino no hay rastro.
De la generala quedan en el piso del lugar pedazos de piel canela y sangre, mucha sangre. Pasan los días y no se quita. No hay tantas mujeres para vender a cambio del agua necesaria si quieren limpiar este desastre. Pero la sangre de Luca no se ve.
Porque Luca no está muerto.
Vino a perderse, a desconectarse de un mundo que lo estaba matando. No tenía ninguna meta. No tenía ninguna misión. No tenía nada. Vino, tal vez, a encontrar esa foto de concurso con la cual hacerse famoso. Que le permita exhibir en galerías y hacerse de un nombre, para ligar a alguien en cada coctel y llevarse a una mujer diferente cada noche a la cama.
O tal vez no, porque no es como yo. Quizá tenía más idea de qué estaba haciendo en un agujero como este. En un infierno donde el cielo arde cada mañana. Donde la arena corta lentamente tu garganta.
Quizá él hubiera tenido más idea que yo acerca de las voces en mi cabeza. Tal vez él sepa quién ese esa mujer que me pide encontrar a alguien. Puede que él sepa mejor que yo la justicia que deba hacerse,
Luca no está muerto.
Saturday, February 20, 2016
Friday, February 5, 2016
Primer documento
Carta de Andrea Maggio
Gerente internacional de HASTA
23 de abril de 2002
Ciudad del Vaticano
Correspondencia personal del Director de la Central Intelligence Agency
Clasificado
Señor Director:
Agradezco a Dios Nuestro Señor y al Señor Presidente la invaluable confianza que han depositado en nuestra institución para colaborar con las tareas de un organismo tan emblemático como la Agencia a la que usted representa. Son tiempos duros, en el que la voluntad del Señor debe ser custodiada en más de un frente. Tanto en el terreno político como en el moral.
Me han dado razón de que usted sólo conoce una minúscula parte de la labor que realiza HASTA, así como el campo donde nuestra labor, incluyendo la realizada por la Agencia, se desenvuelve de manera cotidiana.
Entiendo también que no se acercó a nosotros por caridad. Un ala importante del Partido Republicano ha presionado para que, entre las tareas de su organismo, se defienda la moral cristiana de lo que ellos consideran mera brujería. Sin embargo, estimado señor, nosotros no nos dedicamos a detener a charlatanes y curanderos de religiones alternativas, plantando menjurjes inútiles frente a oficinas de gobierno para frenar el avance de la vida institucional y considerando que las decisiones clave en el orden mundial pueden ser manipuladas a través de ritos chamánicos sin valor aparente.
Entiendo que esa fue la tarea primordial de Oficina 12, a cuyos viejos burócratas disfrazados de agentes secretos de Hollywood ha mandado jubilar por orden presidencial.
No, señor director. El frente que usted está abriendo es quizá tan peligroso y demencial como aquel en el desierto, donde sus hombres mueren fieramente contra los elementos para asegurar su provenir y simplemente mantenerse con vida, más que el ánimo de defender a su país. Para nuestra desgracia, el nuevo enemigo no sólo lucha sin poseer un razonamiento humano. Posee una naturaleza gregaria, incluso diría que política. Peleamos contra una entidad consciente, que al momento de golpear se une con la fuerza de un mazo pero puede desaparecer cuando se le busca. Puede convertirse en nada.
Peleamos, señor Director, contra una organización que se extiende a lo largo y ancho de nuestras ciudades. Una plaga que crece bajo el amparo de nuestra cultura occidental, oculta en las grietas de miseria y fuera del ojo público camuflada entre la oscuridad de los marginales. Parias, señor. Parias que son a la vez tan humanos como nosotros como para ceder ante la ambición. Parias que han perdido su humanidad en el camino. Que se han convertido en bestias fuera de la más elemental comprensión científica. Celosos a su vez de una pútrida herencia cultural de salvajismo y superchería, así como de su aislamiento ante el mundo civilizado.
Es un oponente tan ruin que se esconde en la bajeza de las metrópolis. Prefieren aquellas donde la violencia reina para mimetizar su ansiosa brutalidad entre la impunidad de la sangre. Huelen el hambre, huelen la guerra. Toda oportunidad de sumarse como buitres a la ruina humana los moviliza, a veces desde lugares remotos, para conquistar la podredumbre de la noche.
Bestias de todas clases, de todos los orígenes se reúnen en esta entidad. Se separan en clanes familiares, en logias de tradición, bajo votos de silencio. Una farsa de sociedad que está en guerra constante, pero se reúne con el objetivo de asediar el orden que nos define como seres humanos. Son enemigos de la humanidad y, aunque se devoren regularmente unos a otros, no dude en que somos un presa común. Para ellos gente como usted y yo estamos un escalón abajo en la cadena alimentaria. Si pueden cazarnos juntos y repartirse nuestro banquete, lo harán gustosos para seguir riñendo por sobre nuestra carroña. Una mafia, si es que me permite utilizar una descripción acorde con nuestro imaginario colectivo, que quiere repartirse el legado humano a pedazos.
La jerarquía católica, a la que parcialmente represento, llama a esta entidad El Subterráneo. Un nombre poco creativo, he de admitir, pero correcto. Porque estos seres se esconden bajo la tierra, habitan las ruinas de nuestra civilizaciones y no se dejan ver a la luz del día. Son sociedades cerradas, en las que el hombre de bien no puede entrar simplemente por un mero instinto de preservación. Preservar su alma, preservar su vida.
Algunos rumores de su existencia se han filtrado en el imaginario colectivo. Religiones, contraculturas, cultos de todo el mundo imitan de manera risible sus brutales actos. No se confunda, que lo inhumano de sus ritos dista mucho de las patéticas imitaciones. Muerte, delirio. Es lo que nos espera si estos seres infrahumanos cruzan en masa los límites entre sus refugios y nuestra sociedad.
No estamos solos, señor Director. Si existe un equilibrio entre nuestro mundo y el suyo se debe a jueces que, con la razón o con la fuerza, dividen el territorio que corresponde a cada universo. Sin embargo, son guardianes muy selectos. Una fuerza muy limitada (nuestros reportes sólo han encontrado a uno, viejo y demacrado, pero dispuesto a entrar en combate) cuya porosidad permite un continuo ataque a nuestra civilización por parte de estos grupos Será nuestra misión colocar a estos seres, cuya humanidad no hemos comprobado, de nuestro lado. O vencerlos para imponer nuestros propios límites, por el bien de la humanidad.
No se confunda, señor Director. No estamos ante un enemigo pequeño. Los pequeños somos nosotros. Nos tienen rodeados. Se regocijan bajo nuestras pies y ansían el momento para arrancarnos nuestras cabeza.
Tenga confianza en que nuestra Institución, de tradición centeneria, no cejará en su tarea de empujarlos hacia su propio agujero o de exterminarlos. Por ello celebro la recién confirmada sociedad entre HASTA y su distinguida Agencia.
Que Dios lo bendiga a usted y a su país, señor Director. Que con su voluntad ha guiado, por siglos, nuestra locha contra esta clase de animales.
Andrea Maggio
Gerente internacional
HASTA
Per Aspera Ad Astra
Gerente internacional de HASTA
23 de abril de 2002
Ciudad del Vaticano
Correspondencia personal del Director de la Central Intelligence Agency
Clasificado
Señor Director:
Agradezco a Dios Nuestro Señor y al Señor Presidente la invaluable confianza que han depositado en nuestra institución para colaborar con las tareas de un organismo tan emblemático como la Agencia a la que usted representa. Son tiempos duros, en el que la voluntad del Señor debe ser custodiada en más de un frente. Tanto en el terreno político como en el moral.
Me han dado razón de que usted sólo conoce una minúscula parte de la labor que realiza HASTA, así como el campo donde nuestra labor, incluyendo la realizada por la Agencia, se desenvuelve de manera cotidiana.
Entiendo también que no se acercó a nosotros por caridad. Un ala importante del Partido Republicano ha presionado para que, entre las tareas de su organismo, se defienda la moral cristiana de lo que ellos consideran mera brujería. Sin embargo, estimado señor, nosotros no nos dedicamos a detener a charlatanes y curanderos de religiones alternativas, plantando menjurjes inútiles frente a oficinas de gobierno para frenar el avance de la vida institucional y considerando que las decisiones clave en el orden mundial pueden ser manipuladas a través de ritos chamánicos sin valor aparente.
Entiendo que esa fue la tarea primordial de Oficina 12, a cuyos viejos burócratas disfrazados de agentes secretos de Hollywood ha mandado jubilar por orden presidencial.
No, señor director. El frente que usted está abriendo es quizá tan peligroso y demencial como aquel en el desierto, donde sus hombres mueren fieramente contra los elementos para asegurar su provenir y simplemente mantenerse con vida, más que el ánimo de defender a su país. Para nuestra desgracia, el nuevo enemigo no sólo lucha sin poseer un razonamiento humano. Posee una naturaleza gregaria, incluso diría que política. Peleamos contra una entidad consciente, que al momento de golpear se une con la fuerza de un mazo pero puede desaparecer cuando se le busca. Puede convertirse en nada.
Peleamos, señor Director, contra una organización que se extiende a lo largo y ancho de nuestras ciudades. Una plaga que crece bajo el amparo de nuestra cultura occidental, oculta en las grietas de miseria y fuera del ojo público camuflada entre la oscuridad de los marginales. Parias, señor. Parias que son a la vez tan humanos como nosotros como para ceder ante la ambición. Parias que han perdido su humanidad en el camino. Que se han convertido en bestias fuera de la más elemental comprensión científica. Celosos a su vez de una pútrida herencia cultural de salvajismo y superchería, así como de su aislamiento ante el mundo civilizado.
Es un oponente tan ruin que se esconde en la bajeza de las metrópolis. Prefieren aquellas donde la violencia reina para mimetizar su ansiosa brutalidad entre la impunidad de la sangre. Huelen el hambre, huelen la guerra. Toda oportunidad de sumarse como buitres a la ruina humana los moviliza, a veces desde lugares remotos, para conquistar la podredumbre de la noche.
Bestias de todas clases, de todos los orígenes se reúnen en esta entidad. Se separan en clanes familiares, en logias de tradición, bajo votos de silencio. Una farsa de sociedad que está en guerra constante, pero se reúne con el objetivo de asediar el orden que nos define como seres humanos. Son enemigos de la humanidad y, aunque se devoren regularmente unos a otros, no dude en que somos un presa común. Para ellos gente como usted y yo estamos un escalón abajo en la cadena alimentaria. Si pueden cazarnos juntos y repartirse nuestro banquete, lo harán gustosos para seguir riñendo por sobre nuestra carroña. Una mafia, si es que me permite utilizar una descripción acorde con nuestro imaginario colectivo, que quiere repartirse el legado humano a pedazos.
La jerarquía católica, a la que parcialmente represento, llama a esta entidad El Subterráneo. Un nombre poco creativo, he de admitir, pero correcto. Porque estos seres se esconden bajo la tierra, habitan las ruinas de nuestra civilizaciones y no se dejan ver a la luz del día. Son sociedades cerradas, en las que el hombre de bien no puede entrar simplemente por un mero instinto de preservación. Preservar su alma, preservar su vida.
Algunos rumores de su existencia se han filtrado en el imaginario colectivo. Religiones, contraculturas, cultos de todo el mundo imitan de manera risible sus brutales actos. No se confunda, que lo inhumano de sus ritos dista mucho de las patéticas imitaciones. Muerte, delirio. Es lo que nos espera si estos seres infrahumanos cruzan en masa los límites entre sus refugios y nuestra sociedad.
No estamos solos, señor Director. Si existe un equilibrio entre nuestro mundo y el suyo se debe a jueces que, con la razón o con la fuerza, dividen el territorio que corresponde a cada universo. Sin embargo, son guardianes muy selectos. Una fuerza muy limitada (nuestros reportes sólo han encontrado a uno, viejo y demacrado, pero dispuesto a entrar en combate) cuya porosidad permite un continuo ataque a nuestra civilización por parte de estos grupos Será nuestra misión colocar a estos seres, cuya humanidad no hemos comprobado, de nuestro lado. O vencerlos para imponer nuestros propios límites, por el bien de la humanidad.
No se confunda, señor Director. No estamos ante un enemigo pequeño. Los pequeños somos nosotros. Nos tienen rodeados. Se regocijan bajo nuestras pies y ansían el momento para arrancarnos nuestras cabeza.
Tenga confianza en que nuestra Institución, de tradición centeneria, no cejará en su tarea de empujarlos hacia su propio agujero o de exterminarlos. Por ello celebro la recién confirmada sociedad entre HASTA y su distinguida Agencia.
Que Dios lo bendiga a usted y a su país, señor Director. Que con su voluntad ha guiado, por siglos, nuestra locha contra esta clase de animales.
Andrea Maggio
Gerente internacional
HASTA
Per Aspera Ad Astra
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