Hace más o menos una semana, leí un texto de Adaliza Zárate, una amiga mía, sobre el beisbol, el anime y la especial conexión entre ambos. Más allá de que comparto (en menor medida, mucha menor medida) su amor por ambos oficios, el texto me recordó vagamente un evento: el Koshien de verano. ¿Dónde había escuchado sobre él? ¿Quién había jugado dicho torneo de beisbol, donde se enfrentan TODAS las preparatorias de Japón en un formato de FA Cup?
Después de unas horas, la respuesta me vino a la mente. ¿Cómo pude olvidar a mi pitcher favorito de las mayores, carajo?
Dios, cómo amé ver ese juego. Porque es como si vieras en el pambol un Alemania-Brasil. Técnica perfeccionada contra sabor rebelde.
A diferencia del promedio de la Red Sox Nation, yo sí aprecio a Daisuke Matsuzaka. Un pitcher de 100 millones de dólares es algo realmente caro, sobre todo pagado por un novato que aún debe establecer contacto con un mundo muy diferente al suyo. Además, es una responsabilidad enorme, un carga más para el jugador que dio su nombre a toda una generación de serpentineros.
Dice-K, como lo apodaron para que los bostonianos pudieran pronunciar su nombre de forma correcta, nació y fue criado para algo más que sólo jugar a la pelota. Tambien fue entrenado para echarse la novena a la espalda. Y, sobre todo, para hacer de cada lanzamiento un dechado de elegancia.
¿Cuál es la mejor forma de demostrar que el destino de nueve personas depende de un sólo hombre? Cuándo este hombre debe hacer frente, solo, al dolor, la adversidad, el esfuerzo sobrehumano para poder dar un lanzamiento más. Él es la bandera de su generación, el prodigio de quien todos espán orgullosos y a quien todos quieren emular.
Porque llegar a la final del Koshien, contra uno de los equipos con mayor tradición en la competencia (el PL Gakuen), requiere de un trabajo muy duro. Sí el pilar se rinde, lo sabes tú, lo sabe el manager, lo sabe el equipo, quien llegue a sustituirlo puede fallar. En tus manos, con talento probado, está la misión de no hacerlo.
Fueron 17 entradas completas, más de 250 lanzamientos, en la final para el campeonato nacional de preparatorias. Te echaste no sólo al equipo a la espalda, sino a toda tu generación, Matsuzaka. Me consta que llevar el orgullo de tu generación en la espalda es un trabajo muy duro.
Toda Nueva Inglaterra juzga a Dice-K con base en los números, esos mismos pinches números que dejaron fuera a L.A. Valenzuela-mania del Salón de la Fama. Demasiados lanzamientos en pocas entradas, un promedio muy alto de carreras permitidas. Incluso, no lo dudo, lo han tachado de arrogante, de necio. De no estar conectado en el juego. No es fácil llevar la etiqueta de superestrella antes de tirar el primer strike.
Sin emabrgo, más allá de los números, amo el estilo elegante que tiene Matsuzaka para pichear. Un arsenal de pelotas que quiebran, con trayectorias y velocidades que se devanecen con gracia en pleno vuelo. Entiendo que no es una competencia de estética, sino que debe funcionar para ponchar a los bateadores. Del mismo modo que un texto en el periodismo debe servir para que el lector se informe con una leída rápida.
No sé si te lo hayan dicho alguna vez, Daisuke. Pero uno no puede competir contr sus orígenes por un objetivo. Eres un preciosista, que por la presión de eliminar uno a uno a los bateadores, se alejó de sí mismo.
A veces, jugar de manera efectista, para lograr terminar el trabajo del día, puede fastidiar. Sí, ponchaste a dos, tres, o cinco hoy. Pero no te sabe igual hacerlo con una bola sencilla, por más efectiva que sea, que con un tirabuzón o intentar un gyroball que rompa con delicadeza el plato. Puede que te agradezcan al final del día, pero ese que jugó no eres tú. Lo sabes.
Jugaste de maravilla una Serie Mundial hasta que empezaste a jugar sin ser tú mismo, Dice. Creo que la gente que te pagó 100 millones de dólares pensó que podría comprarte el alma, decirte como jugar. Escúchalos, claro, ellos conocen en entorno mejor que tú. Pero no te rompas en ellos. No dejes que ha ansiedad por demostrar que vales te devore, como ya ha ocurrido.
Los números dicen que ya te rendiste, que quieres volver a Japón, que estás convencido de que Boston, tan urgido de anillos, nunca entederá tu elegancia. Pero mira a Tim Wakefield. Todo mundo sabe que va tirar una bola de nudillos con cada bateador. Pero está convencido de que esa es la menra en que saldrá adelante, y guarda una que otra sorpresa.
No sé si en este tiempo en que te recuperas de la Tommy John te sirva para pensar muy bien lo que sigue. Si debes volver a Seibu, o si vas a jugarte lo que te queda para lograr lo que te falta.
Por el momento, entiendo muy bien, pero muy bien, ser un estandarte de tu generación, elevar tu nombre en los terrenos de Japón, jugar con elegancia en casa y enfrentarte con dureza a un choque de estilos en las Grandes Ligas. A ambos, salvando las distancias obrias, nos queda mucho por exprimir del potencial que vieron en nosotros y, sobre todo, que sabemos que no hemos exhibido.
1 comment:
Gracias por las que me tocan :)
Ahora si, le di una hojeada a los numeros de Dice-K (No lo sigo mucho, sabes que mis medias son blancas, no rojas)y sí, en papel es funesto. Demaciados Innings pichados, la diferencia entre juegos ganados y juegos perdidos es muy baja, y en definitiva las carreras aceptadas contra la carreras que le han metido me hacen pensar que si yo fuera el manager, ya no lo haría empezar el juego. PERO hay una cosa que curiosamente checa con lo que hablabamos el otro día en el parque Sol. El juego no lo hace el pitcher, y si bien hit pichado es carrera contra el pitcher si el corredor llega a Home, esto no evita que existan terceras manos de mantequilla, agujeros en los jardines, y una sensación general de que si no hay equipo, el mejor pitcher del mundo no puede ganar el juego. Es una de las razónes por las que, aunque adoro la MLB, creo que Japón hace bien en mantenerse fuera: Ellos tienden a jugar como equipo, y en las Grandes tienen muchas divas e individualismos....
Tal vez porque ellos no tienen un Koshien.
Post a Comment