-Debería dormir. Pero no puedo. No ante las pesadillas que, estoy seguro, vendrán para cobrar el precio que tiene mi cabeza.
No he matado a nadie. Pero he dejado más lágrimas y sangre en el piso de lo que me gustaría admitir. Entonces viene mi pasado a ajustar cuentas cuando sólo pretendo descansar.
Tengo miedo.
No tengo idea por qué. De qué.
Podría preguntar, pero sé que sólo entraré en un vórtice sin un camino de retorno.
Nunca terminan las preguntas. Y el día en que la última cuestión quede resuelta, no habrá motivo para vivir.
Quizá el problema es que sé las respuestas, pero temo sentir satisfecha mi curiosidad.
A lo mejor un día que no pierda nada al descifrar lo que me queda de esta maraña sin ningún razonamiento, ese día tampoco me restará algún pretexto para recordar cada duda y fingir que me desvelo por algo que realmente valga la pena.
-Una mirada que jamás ha sido, pero que se queda en mi memoria para perseguir cada decisión. Cada palabra que sale de mi boca es en su nombre. Me han ofrecido parar la barbarie, pero sé que jamás se quedará quieta. Hasta que brote de las cenizas de cualquiera, fingiendo ser terreno de cultivo. Vacío, pero fértil.
Sin duda, pequeña, eres atroz. Resultas terrible y espantosamente cercana, aunque dolorosa.
Me sigo preguntando por qué no te maté en cuanto tuve la oportunidad.
Por qué resucitaste en la mirada ajena.
Por qué respiras con el aliento de alguien más.
Debí asesinarte y prenderle fuego a tus restos, en vez de sepultarlos en mi memoria.
Pero no até los cabos sueltos y a través de ellos te mantuviste con vida.
Eres mi mayor anhelo, pero nada en ti será.
Ni siquiera tu nombre. Ella a él a renunciado.
-Orgullo.
Codicia.
La lejanía del honor y la prohibición de toda gloria.
Eres parte de una máquina que no se detendrá. Hasta que termine contigo y exprima tus huesos.
Lo mereces.
Lo añoras.
Lo requieres.
Te das sentido a través del silencio.
Nunca escucharán los muros la voz de tu nombre.
-Pido perdón por haberte asesinado.
Y pido que me perdones también por haber profanado tu tumba para encontrar consuelo en tu sepulcro.
Aunque, pensándolo bien, me lamento más por encontrar ahí mis propias mentiras y mi propia podredumbre.