No creo que te interese la miseria humana frente al ordenador, abandonado a la suerte que tus manos dicten y bajo un juramento de eterno silencio. Amante indigno gracias tus ojos que se han devorado mi dignidad restante. Sin embargo, aún hay fe en el futuro. Mira que, sin ser adivino, sólo sé que al fondo de este camino está la muerte. Mira tú, tan contenta, y yo esperando que la caducidad descomponga mi animalidad innata. Ja, que buena broma del destino, carajo.
Me levanto para agonizar de pie y que no haya duda: este árbol de plástico se pudrió entero, sin mácula que probara esa agonía que l destruyo por dentro. Jo, interesante situación, ahora sólo espero que vengas, utilices mi imaginación poderosa para hacerme el amor. Y te largues como ramera, aunque estés lejos de serlo en lo absoluto. Mi mente te prostituye, y eso es una losa dura para arrastrar. Intenta un día y carga con mi consciencia. Si mi espalda no se ha roto aún, es por mero milagro.
Y vienes otra vez, para anegar con keroseno la duela de mi recámara. En pleno duelo por aquella voz que me ha robado mi pacto de silencio, le prendes fuego a mi espacio vital. Todo arde, desde las fotografías que te he robado para guardarlas en cada rincón de mi habitación. Las cartas de amor sadìstico que nunca te entregué, bajo la promesa de no asesinarte en el acto. Mis dibujos y poemas atascados de brutalidad, donde tu cuerpo es presa de mis más primitivos instintos. Incluso aquello anteriores a toda noción de civilidad y que tú conoces muy bien. O al menos eso creo, porque pierdes toda noción de humanidad toda vez que mi cerebro, en sueños, te hace presente.
Haciendo trizas toda concepción existente sobre el funciónamiento de mi hipotálamo. La rabia nubla la vista del más sereno, vienes a mí de nuevo. ¿Qué ganas con reírte de mí así? Juro por tu madre muerta que jamás voy a perdonar tamaña burla. ¡Para mí estás muerta! Yo mismo te sepulté entre las llamas, perra desagradecida. Yo mismo devoré tu cadáver. Yo mismo, ¿entiendes? Si vienes a cobrar venganza, jugando con mi memoria, lamento informarte que ese trabajo ya lo hiciste antes. ¿Quieres más, sádica desgraciada? No quiero arrodillarme para encontrar tu rostro y derrumbarme. No tengo nada que reclamarte. Me has hecho muy feliz. ¿Pero ahora?
Has logrado tirar en sus rodillas a un pobre diablo ¿y ahora? Mis recuerdos se incendian y estás presente. Eres lo único que existe en mi cabeza. Tú y tu piel. Tú y tu mirada. Tú completa. Y nada más. Has profanado lo único que estaba libre de ti. Te has expandido como un tumor y yo agonizo en tamaña metástasis. No hay cura, más que la extirpación. Y así, entonces, para librarme de ti tendría que volarme los sesos sin más ni más.
Debía haber puesto concreto en esa tumba que cavamos juntos. Y haber tallado en una placa tu nombre. Debí limpiar tus huesos y destrozar tu corazón. Debía haberme sumergido contigo en el mar para no volver. Debí asegurarme que no volvieras a destruirme. ¿Qué no ves cuanto he renunciado a mi vida desde que decidimos tu partida? Ya estoy muy jodido para que vengas y me recuerdes que aún existes, en alguna parte.
Sobre mi lecho te entregué al Señor. Una cama en la cual mi sueños ya no se concilian. Sepulte tu cuerpo tan profundo como pude y has escapado de la tumba , para venir y hacer pedazos toda voluntad en mí. Juro por el dios al que solías encomendarte que te buscaré al otro lado del portal para terminar mi tarea. Pero, por ahora… sólo sé que estoy ardiendo.